El capataz de la obra era Cincel, una termita enorme y muy exigente. Solo le importaba una cosa: la velocidad. Recorría las rampas gritando a las obreras:
—¡Rápido! ¡Rápido! —gritaba Cincel—. ¡Solo con trabajo duro y sin descanso seremos la mejor colonia! ¡Cuando terminemos, la fuerza de nuestra colonia será recordada por siempre!
Las termitas obreras, pequeñas y trabajadoras, llevaban el barro sin parar. Una de ellas, llamada Fina, era muy aplicada, aunque pequeña.
Un día, mientras Fina subía con una gran bola de barro, pisó mal una parte recién construida que se desmoronó. Fina cayó al suelo. La carga le lastimó una pata, dejándola sin poder moverse. Estaba sola y en peligro.
Cincel vio el accidente y se puso furioso.
—¡Que no se detenga nadie! ¡Una termita caída no es excusa! —ordenó—. ¡El Termitero es más importante!
Pero las termitas obreras no hicieron caso.
Varias de las compañeras de Fina pararon. Ignoraron los gritos de Cincel. Con mucho cuidado, levantaron a Fina y la sacaron del peligroso camino.
Se la llevaron a un sitio seguro y tranquilo, una pequeña cueva fresca. Durante muchas semanas, mientras el Termitero crecía fuera, las obreras se turnaron para cuidar a Fina. Le traían la mejor comida masticada, le limpiaban la herida y la protegían. No estaban construyendo el Termitero, estaban construyendo el cuidado.
Finalmente, el Termitero Gigante estuvo terminado. Era impresionante. Se organizó una fiesta para celebrarlo.
Y en esa gran fiesta, con todas las termitas reunidas, estaba Fina, sana y curada, caminando sin problemas.
Cincel se subió a la parte más alta y gritó:
—¡Miren qué maravilla! ¡Con este Termitero nació nuestra civilización! ¡Nuestro esfuerzo nos ha hecho grandes!
Una termita sabia, llamada Mabia, se acercó a Cincel y le dijo:
—Te equivocas, Cincel. La civilización no nació hoy con este montón de barro. Nació hace semanas, en el momento en que esas obreras se detuvieron por una compañera.
—¿De qué hablas?
—La civilización no es qué tan alto construimos nuestros edificios. Es qué tan profundo es nuestro cuidado —explicó Mabia—. Nació cuando las obreras decidieron que la vida de Fina era más valiosa que un día de trabajo. Gracias a eso, Fina está aquí hoy, sana, para disfrutar del Termitero. Y recuerda; la verdadera civilización no se encuentra en las cosas que construimos, sino en cómo nos cuidamos los unos a los otros.









0 comments:
Post a Comment