En la biblioteca del instituto me encontré con este pequeño librito. Un vendaval nostálgico me sobrecogió. Yo lo había leído de niño y casi lo había olvidado.
Aquel año, la profesora nos mandó una serie de libros. Previamente nos había organizado en grupos y cada grupo cogería uno de eos libros. Cada mes los libros rotarían de grupo en grupo con lo que seis libros habrían sido leídos por cada niño sin tener que comprar más de uno. Un ejercicio de creatividad pedagógica.
Recuerdo vagamente los otros libros, pero este se me grabó. Me encantó primero por las ilustraciones maravillosas de Ulises Wensell, pero luego por la fuerza de los relatos de Fernando Alonso (sí, hubo uno popular entre los niños antes del corredor de F1).
Ahora, con la vista que me ha dado el tiempo y la madurez, releo esta maravilla con mayor sorpresa que la que pude haber tenido de niño. Ocho relatos componen el mosaico narrativo:
- El hombrecito vestido de gris.
- El barco de plomo
- Los árboles de piedra.
- El viejo reloj
- El barco en la botella.
- El guardián en la torre.
- El espantapájaros y el bailarín
- La pajarita de papel.
Pero la mayor sorpresa ha sido, en esta relectura, cerca de treinta años después, de que es un libro de poesía. No sólo poético, sino un verdadero poemario.
Los versos corren libres por las páginas, escritos con métrica libre y no como párrafos sueltos. Os doy un ejemplo del comienzo de El Viejo Reloj:
Cuando faltó el abuelo, toda la
casa se murió un poco.
Ya nadie volvió a contar viejas historias
Ya nadie volvió a sacar humo
de la vieja pipa de enebro.
Ya nadie volvió a dar cuerda al viejo
reloj del pasillo.
La sala se quedó a oscuras de
historias
hermosas; el color lustroso de la pipa
se volvió apagado y triste; al viejo reloj
le nacieron telarañas por dentro y,
poco a poco, se le fueron cayendo
los números; igual que al abuelo,
los dientes.
Y, cuando la esfera quedó vacía
de números y sus tripas llenas de
polvo y de telarañas, el viejo reloj
del pasillo fue a para a un rincón
oscuro del desván.Creo que no hay duda de la fuerza de estos párrafos-versos y de la imaginería tan súmamente evocadora de Alonso.
¿Qué recuerdo y qué me ha hecho evocar cada relato? Pues el hombrecito vestido de gris me ha llevado a rememorar aquellos sueños infantiles que tenía en los que me veía rodeado de gente que llevaba bolsas de papel sobre la cabeza y que cuando se las quitaban, carecían de rostro, como los niños de Another Brick in the Wall, el barco de plomo me ha hecho ver lo difícil que es encajar en nuestras propias espectativas, los árboles de piedra me recuerdan las tiendas de Cullera con souvenirs de coral, sin ningún tapujo ni conciencia ecológica. El viejo reloj, la perfección de la forma que es el cuento en sí. El barco en la botella, mi favorito, me ha recordado que siempre quise tener uno y que la libertad es más valiosa que cualquier jaula de oro. Y el guardián de la torre, que muchos de nuestros monstruos los creamos nosotros. Con el espantapájaros y las pajaritas, uno siempre tiene claro el valor de cariño de los demás.
Creo que son razones más que suficientes para querer a este libro con locura y para apreciar a Alonso y a Wensell más allá de la nostalgia.
2 comments:
UN gran autor de los que nos dejan marcados.
Un abrazo
Sabía que te iba a gustar, José Luis. Tuvimos mucha suerte de pillarle en activo cuando éramos "canis".
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