Nunca me gustó el título traducido de esta novela. Los papeles póstumos del club Pickwick es un título que da mucha información y que emplea Papers de una manera literal. Ya sé que es una traducción literal del primer título que tuvo la novela, pero pronto perdió en inglés esa condición de fajo encontrado y que certifica una defunción.
Y es que es una comedia. O no. Porque está tan lleno de historietas que difícilmente podemos considerarlo una verdadera novela. Podía haber tenido más capítulos y no hubiera variado nada. En algún caso son chorradillas que producen risa. En otros, los menos, da mucho que pensar y eso hace que se sienta uno más cerca de los dramones de otras novelas de Dickens.
Es un libro irregular, creado a base de retazos, pero es que fue así como se publicó. Los seriales tuvieron el éxito esperado al ir creando poco a poco a su lector. Debieron reírse mucho en la época con las desventuras de este fornido grupo de viajeros campestres que visitaban poblaciones rurales del siglo XIX y muy al principio del mismo.
No sólo el señor Pickwick y los suyos, sino un malillo de medio pelo llamado Jingle. Todos son esperpénticos, rotundos y exagerados.
Incluso hay pleitos por líos de faldas (bueno los líos los traen las faldas, no nos vayamos a creer que estos nobles señores saben tratar a las damas) y los secundarios que van aflorando a lo largo de la novela hacen que sea una lectura memorable. Incluso si uno se salta un capítulo, siempre se puede reenganchar.
Y es que es una comedia. O no. Porque está tan lleno de historietas que difícilmente podemos considerarlo una verdadera novela. Podía haber tenido más capítulos y no hubiera variado nada. En algún caso son chorradillas que producen risa. En otros, los menos, da mucho que pensar y eso hace que se sienta uno más cerca de los dramones de otras novelas de Dickens.
Es un libro irregular, creado a base de retazos, pero es que fue así como se publicó. Los seriales tuvieron el éxito esperado al ir creando poco a poco a su lector. Debieron reírse mucho en la época con las desventuras de este fornido grupo de viajeros campestres que visitaban poblaciones rurales del siglo XIX y muy al principio del mismo.
No sólo el señor Pickwick y los suyos, sino un malillo de medio pelo llamado Jingle. Todos son esperpénticos, rotundos y exagerados.
Incluso hay pleitos por líos de faldas (bueno los líos los traen las faldas, no nos vayamos a creer que estos nobles señores saben tratar a las damas) y los secundarios que van aflorando a lo largo de la novela hacen que sea una lectura memorable. Incluso si uno se salta un capítulo, siempre se puede reenganchar.
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