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July 05, 2009

3

Miniliteratura. Firmado: vuestro padre y abuelo.

Hoy, un poco de humor y de realismo. Esta epístola (de mentirijillas, claro) de Miniliteratura escrita por un abuelo que ha llegado al límite y sabe hacer las cosas con clase.


Firmado: vuestro padre y abuelo.

Querida hija:

Como habrás comprobado, ya no estamos aquí. Nos hemos ido, así, como el que no quiere la cosa. Y es que no teníamos opción. O nos íbamos de hurtadillas o no nos ibais a dejar.

Tu madre y yo hemos decidido hacer un crucero por el Mediterráneo, para descansar en nuestra más que merecida jubilación. Y es que nos hemos jubilado de todo; del trabajo y de vosotros.

Ya sabes con qué ilusión afrontamos la venida de nuestro nieto. Todo iba estupendamente. Tu marido, Mateo, nos parecía un tipo estupendo y siempre eran todo atenciones hacia nosotros. Estábamos encantados de ver cómo la vida os sonreía. Sobretodo cuando nos anunciaste que Guillermo estaba en camino. Nuestro primer nieto. No te puedes hacer a la idea de la alegría que nos diste.

Luego empezaron las visitas al ginecólogo. Como tu marido no podía ir, me pediste que te acompañara. Y te acompañé. Todo el embarazo. Y tu madre también, que conste. Fuimos a todo. Incluso pagamos la ecografía esa que llaman de cuatro dimensiones, para que se viera a Guillermo así de guapetón incluso dentro del vientre de su madre. Todos los caprichos para nuestro futuro nietecito. ¡Qué menos!

Entre medias, las clases del parto. Como tu marido no podía ir, que trabaja más que un ministro, pues allá que fuimos. Tu madre, que ya sabes que anda un poco flojilla, dejó en mí la responsabilidad de llevarte (primero había que ir a buscarte a casa, para que no tuvieses que ir en metro) y asistir contigo al cursillo.

Hija, ¿qué quieres que te diga? A mí no me van esas cosas tan modernas. Yo no entré en el paritorio cuando naciste tú y cuando nació tu hermano. A mí no me parece que tuviera vela en aquel entierro (perdón por la expresión). Así que todos aquellos partos que vi por video, como que me dieron mucha grima. ¿Qué le voy a hacer? Soy un pobre viejales y no me van esas moderneces.

Después el día del parto, al que sí fue tu marido, también nos tuviste en vela toda la noche en la sala de espera de la maternidad. Mientras tanto, Mateo no paró de usar el móvil. Mira, yo tengo uno de esos, pero nunca lo llevo, porque es un incordio. Luego me criticas que no hay Dios que se ponga en contacto conmigo, pero yo no estoy para esos trotes.

En fin, que nació el niño, vino el chico aquel de la mensajería a recoger la sangre del cordón umbilical (que también pagamos tu madre y yo) y mira que es guapo el niño, mira que se parece al padre, mira que se parece a la madre.

El caso es que se parecía más que a nadie a tu madre, y como si fuese su madre, que se ha encargado de él más que nadie.

Al principio, Guillermo era una monada y estabais emocionados. Luego Mateo, con tanto trabajo (trabaja más que muchos ministros, te digo yo, al menos tantas horas como el que más) no podía atenderle. Y como a ti se te acabó la baja de maternidad, pues que en niño nos lo tragamos nosotros. Como no es bueno, eso decías, que fuese a la guardería tan chiquitito, pues que nos lo endiñabas a tu madre y a mi. Al principio tenías la deferencia de traérnoslo, pero pronto tuvimos que ir a por él. A las siete de la mañana, como un clavo, cogía al pequeñuelo y otra vez para casa. Así hasta las seis que te lo volvía a llevar. Al principio te pasabas por casa para recogerlo, pero luego estabas tan cansada que no podías y, claro, pobrecita.

Los fines de semana no eran mejor. Cuando estabais aburridos de cambiar pañales y darle baños a Guillermo, os veníais por casa y hacer la visita. Muchas veces nos escaqueábamos, la verdad, diciendo que íbamos a misa, o que teníamos que visitar a la tía Clara, que tiene noventa y siete años y está muy delicada, pero lo que hacíamos muchas veces era irnos a tomar algún refrigerio al Marcelo y a pasear un ratillo.

Yo creo que nos pillasteis alguna vez, porque os las apañabais para que no tuviésemos excusa. Como aquella noche que la pasamos en el Doce de Octubre porque tenía Guillermo una descomposición bestial. Y como Mateo se iba al día siguiente de viaje, pobrecito, que durmiese.

Cuando Guillermo fue a la guardería no mejoró la cosa. Al medio día, por eso de que los niños no comen bien en el comedor (ya quisiéramos tu madre y yo comer a mesa puesta todos los días, pero, en fin, ¿qué se le va a hacer?). Día a día, a recogerle, a lidiar con él, porque come peor que tú cuando eras pequeña, y ya es decir. Y después de comer, otra vez a la guardería. Haz cuentas: cuatro viajes; por la mañana, dos al medio día y luego a tu casa directos desde la guardería.

Además que el niño, al que hemos cuidado más como a un hijo que como a un nieto, no nos guarda respeto. Porque no podemos meterle en cintura, ya que no es nuestro. Luego, cada vez que le reprendíamos de alguna manera severa, tu marido decía que él era el padre y que le iba a educar según no sé qué método. ¡No te jode!

Lo peor, la verdad era el verano. Todo el santo mes de agosto en la casita de la playa. Que es bueno para vosotros. Pero mira que estáis bien aquí. ¡Qué suerte poder disfrutar de la playa! ¡Y un cuerno! Todos los santos días a ejercer de abuelos activos. Papá, ¿puedes llevarte a Guillermo a la playa? Es que, como vosotros madrugáis, pues así os vais yendo y nosotros vamos más tarde. ¿Cómo no íbamos a madrugar si no hay Dios que duerma en esa mierda de cama que tenéis en el saloncito? Tu madre y yo no pegábamos ojo en toda la noche. Se nos clavaban los hierros del somier en la espalda y cuanto antes nos levantásemos, antes se acababa la tortura. Y es que pensábamos que podríamos dormir en la playa, en la hamaca con la sombrilla. Pero con Guillermo no se puede parar un momento, así que no descansábamos nada. Y vosotros que veníais a la playa cuando ya casi era hora de ir a comer. Entonces os hacíais cargo del chico, pero no para darnos cuartelillo, sino para que tu madre hiciese la comida.

Así que ya estamos hartos, hija mía. Nos hemos sacado un par de pasajes para este viajecito que tantas ganas teníamos de hacer. No creo que tengáis problema para cuidar de Guillermo, aunque, la verdad, no tenéis mucha experiencia. No importa, con los muchos dineros que os entran cada mes, es fácil que podáis contratar una Samu, o como se llame. Sí, mujer, esas enfermeras internas que se encargan de cuidarle los niños a los ricos. No vais a notar ninguna diferencia, salvo en que os va a costar dinero, pero podéis permitíroslo. No me vengas con monsergas.

Cuando volvamos, no esperes que las cosas vuelvan a ser como antes. Tu madre y yo vamos a ejercer de abuelos, pero de verdad, de los que se visita una vez cada cierto tiempo. Entonces echaremos de menos al niño y nos apetecerá más estar con vosotros. Y en verano, nos vamos al pueblo, que allí estaremos fresquitos. O haremos otro viaje. Ya sabes que tu madre no quiere morirse sin conocer al Papa y nos iremos al Vaticano. Y luego a Río de Janeiro, que siempre he tenido ganas de ver a las chicas bailando tan fresquitas ellas.

Bueno, adiós. Un beso para todos, y dile a Guillermo que no pasa nada.


Firmado:

Tus padres y abuelos




P. D: ¡Ah!, por cierto. El móvil se ha quedado en casa.


Relato para el Taller Literario del seis de marzo de 2008

3 comments:

Doctor Krapp said...

Me parece una crítica irónica y bastante realista de ciertas formas de chantaje emocional en estos tiempos modernos. Los padres no solo tienen que soportar como una pesada condena la carga de tener hijos que nos les dejan vivir su propia vida durante muchos años, si no que además tienen que encargarse de sus propios nietos para que sus propios hijos puedan seguir disfrutando de la libertad que ellos nunca pudieron alcanzar. Una situación vergonzosa.

JuanRa Diablo said...

Muy bueno! Probablemente esto no sea tan disparatado como pudiera parecer. El papelón que están haciendo los abuelos en la sociedad actual no tiene precio, pero ¿hasta qué punto están obligados a ese calvario continuo de sobrellevar a uno o más nietos a esa edad en la que ya no se puede con tantas cargas?

Que sí, que sí, que cada palo aguante su vela!

Un saludo.

Valentín VN said...

Gracias a los dos por vuestros comentarios. No me esperaba la respuesta a esta entrada. También en Facebook ha interesado el relato. Lo hice como los demás, pero está claro que la carga de realismo y la cercanía ha sido una de las principales razones para que os haya producido tantas reacciones.

Sin lugar a dudas, los abuelos están salvando al mundo, al menos a sus nietos. Y estos heredarán el mundo. Veremos qué piensan de sus padres.

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