Yoko Tsuno, tomos nueve y diez. La hija del viento y la luz de Ixo.

Yoko Tsuno, tomo nueve. La hija del viento (La fille du vent, 1978). Lejano Oriente uno.

Tenía que suceder. Tanto tiempo con Yoko y sin saber nada de su pasado iba a traer cola si Leloup no le hubiese dado una pista a los lectores. Así que en esta aventura conoceremos a Seiki Tsuno, el padre de la chica y a Aoki, el sacerdote budista que preparó a Yoko en L'écume de l'aube (algo así como La Basurilla Que Trae La Aurora).

El malo de la película es Kazuky, que quiere emplear el descubrimiento de Seiki (no olvidemos el origen de ingeniero de Yoko, que le viene de familia) para sus propios fines. La cosa es que el padre de Yoko es un experto en ciclones y tornados, por lo que ha estudiado estos meteoros en el laboratorio, provocándolos a bajo nivel.

Poco tiempo después ha descubierto como hacerlos y deshacerlos. Kazuky, sin demasiada dificultad, ve el potencial de este descubrimiento para transformalo en un arma letal. Veremos enfrentarse la visión nostálgica imperialista de Kazuky enfrentada a la visión más madura de un ex-kamikaze, como es el caso de Aoki.

Tras este preliminar, vamos a la aventura.

Yoko, Vic y Pol llegan en avión a Hong Kong (una oportunidad más para mostrar el dominio del dibujo de Leloup, con un plano fantástico del avión tomando tierra con la ciudad al fondo). El reencuentro va a quedar como algo secundario frente a la aventura en sí. Pero algo iremos aprendiendo.

Allí conocemos en persona al padre, que conduce al trío en un nuevo avión (hidroavión) al sur del Japón (primera incursión en la Isla del Sueño). Allí Yoko bajará a tierra en paracaídas. Sinceramente no entiendo tantos rodeos para llegar a un sitio al que podían haber ido directo. Lo único que justifica el asunto es que mientras tanto vamos descubriendo cosas de Yoko y de su mote: la hija del viento (muy relacionado con los ciclones).

Vale, es cierto que el monje que está en el templo budista y que está amenazado por los ninjas de turno, tiene dificultades para escapar. Pero en nada está con Yoko, que huye disfrazada de ninja. Sin quererlo se reencuentra con Aiko.

Otra vez nos lleva Leloup por derroteros en los que mezcla las explicaciones con la aventura cuando Yoko descubre la máquina de crear tornados y tiene que salir con los otros del trío del misterio y Aiko. En la lancha que huyen dan con el tremendo despliegue que Kazuky ha preparado para hacer más tornados. Y este no falla.

Sólo en el último momento consiguen evitar una posible muerte, cuando un ayudante de Kazuky les lleva a través de una curiosa boya al laboratorio submarino. El burro de Kazuky se sale con la suya y crea no un tornado, todo un huracán.

Sólo la intervención de Yoko y Aiko al estilo kamikaze, entrando en el ojo del huracán y aplicando la tecnología creada por el padre de nuestra protagonista, consigue parar lo que iba a ser un desastre. No sin un coste muy alto pagado por Aiko. Pero su sacrificio, truncado en la Segunda Guerra Mundial esta vez es real. Y es por el bien de su país, no por la guerra.

Yoko Tsuno, tomo diez. La luz de Ixo (La Lumière d'Ixo, 1979). Vinéa cinco.

Yoko, y sus amigos terrícolas se encuentran otra vez en el sitema vienano, invitados para realizar una prospección de un luna helada, Ixo, que cada cinco años produce un destello orientado a uno de los dos soles. Sospechan los vineanos que hay una mano inteligente tras esos rayos luminosos.

Así que, tras unas deliciosas escenas en las que volvemos a ver los vineanos (esta vez en paz) y su mundo. Este álbum tiene una rara característica. No hay malos malísimos, sólo dos puntos de ver la solución a un mismo problema.

Poco tardamos en ver que la luna está llena de basura de Vinéa y que una colonia de exiliados de Vinea. Un grupo que huyó de aquella mezcla de cerebros y ordenadores que tenía esclavizada y dominada a toda la población del planeta.

Los vineanos de Ixo crearon una sociedad altamente estratificada con una cabeza visible perteneciente a una religión propia del planeta y otra por la sociedad civil. El trabajo de poducir una enorme central solar parabólica hace que cada cierto tiempo traten de aprovechar esa energía que les proporciona el sol.

Lo que ocurre es que la casta dominante, la religiosa, controla menos las capacidades y posibilidades de esa central energética. Como digo, exceptuando un ataque de un robot basurero y la acción para conseguir hacer funcionar a la perfección el haz de luz (me recuerda al observatorio de Palo Alto), no hay escenas de verdadero conflicto. Todos quieren lo mismo (los seguidores de la religión y los trabajadores de la central).

Conseguir que Shyra, la ciudad de origen de esta colona de vineanos pueda volver a funcionar con este aporte de energía mueve a toda la población, sin distinción. Pero hay juegos políticos y de poder que interfieren tanto como para no conseguir el único fin que todos ellos se plantean.

Una curiosidad. Este álbum iba a ser continuado por una segunda parte. Lo malo es que la idea se pareció demasiado y por casualidad a la película Alien (¿os imagináis a Yoko como la oficial Ripley?). Así que Leloup abandonó su idea original, no fuese que le acusasen de plagio, cuando pudo ser anterior a la idea de Ridley Scott. Pero ya se sabe, el primero que se lleva el gato al agua gana.

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