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July 06, 2008

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TOPOLINO 1972

Empiezo la serie de entradas dedicadas a Topolino. Como criterio de selección para el orden de las historias comentadas, me remito a la última página del libro de Astiberri. Mirando el número de Super Mortadelo en el que fueron incluidas, la fecha de 1972 parece errónea. No sé cuál es el motivo de esta ordenación, porque en este año hay historias aparecidas en el Almanaque de 1974 (que supongo fue editado en 1973). Pienso que la razón de la fecha de 1972 hace referencia a cuándo fueron creadas las historias y que posiblemente Bruguera las fue editando según la necesidad. En realidad me extrañaría que la editorial guardase material nuevo tanto tiempo, pero todo puede ser. Como no tengo información que corrobore esta tesis, mantengo el criterio de Astiberri. Aquí van las primeras once historias.

Primera historia. “La máquina del tiempo”.
Primera aparición: Super Mortadelo nº 3. Dos páginas.
Topolino aparece, como se ve, en la primera viñeta de su serie. No está muy definido. Es un señor bajito, con bigote y trajeado (algo incomprensible para estar en el campo leyendo un libro). Sin comerlo ni beberlo, aparece el malo de la serie, el Doctor Siniestro. La idea de la máquina del tiempo no tiene por qué referirse a H. G. Wells, porque es un clásico de la ciencia ficción. De hecho, tenemos en España el Anacronópete de Gaspar, casi una década anterior a la obra del genial escritor inglés. Es una máquina imposible, ya que para conseguir viajar en el tiempo necesitaríamos un consumo infinito de energía. Si queréis saber más sobre el asunto, os recomiendo la lectura del libro How to Build a Time Machine, en el que nos explican lo que sería necesario para construirla y hacerla funcionar.
En esta historia tenemos una de las típicas paradojas de las máquinas de viajes temporales. Empezamos con Topolino sentado en 1972. Llega el Doctor Siniestro de 1973 (por lo que hay un Doctor Siniestro de 1972 coexistiendo con su versión futura). Le da un palo a Topolino y se vuelve al futuro (tanto esfuerzo para una nimiedad de tamaño calibre). Colodión le vende una máquina del tiempo (cutre, pero funcional) a Topolino y viaja a 1973 para darle un paraguazo a su némesis, con lo que tenemos dos Topolinos existiendo al tiempo. El Doctor Siniestro vuelve (¡faltaría más, no iba a dejar las cosas sin una satisfacción!) y Topolino destruye su máquina del tiempo. En ese momento hay dos Doctores Siniestro en 1972 y ya para siempre.
Por accidente, el Doctor Siniestro de 1972 cae en la nueva máquina del tiempo de Colodión y viaja al pasado, regresando con un Tiranosaurio en la Mochila. Ya para siempre hay dos Doctores. ¡Necesitamos una Crisis en Tierras Infinitas para solucionar la Tierra Uno y la Dos y la Tres y la…!
La primera aventura de Topolino empieza sin pena ni gloria, con los personajes medio creados, pero con un potencial increíble. Obviando la historia, nos encontramos con la tradición de Figueras en los dos campos en los que se prodigó: el género paródico, mezclado con el dibujo animado (sobretodo por el timing de sus gags) y el género realista, caracterizado por el Doctor Siniestro y sus Secuaces. Aún mejoraría la unión de ambos estilos en las siguientes historias.
Por cierto, “el maldito Enano”, que es como llama el Doctor Siniestro a Topolino, me recuerda mucho al trato de Pedro Picapiedra a Pablo Mármol. Debía estar muy de moda la serie de Hannah Barbera en aquella época pre-Simpson.

Segunda historia. “Los vampiros del aire”.
Primera aparición: Super Mortadelo nº 5. Dos páginas.

En la segunda aventura de Topolino, le encontramos algo más definido en el diseño, pero no totalmente. Aún le faltan algunas páginas para ver al Topolino clásico. Por cierto, me gustaría recordaros que la idea original de Figueras era llamarle Melitón. ¡Toma ya! Con Topolino, que recuerda al caballero Topito, obra anterior de Figueras, nos ponemos en un nombre memorable, aunque ya usado, porque si buscáis por la red o sois aficionados al Fumetti, el cómic italiano, sabréis que es el nombre dado en Italia a Mickey Mouse, donde aún está muy vivo como personaje del cómic, cosa que no ocurre en Estados Unidos.
Volviendo al tema, la aventura cuenta con lo que va a ser la característica de la serie de Figueras: la mezcla entre los elementos realistas en el trazo, pero fantásticos en su origen (en este caso, un par de criminales con un artilugio a sus espaldas en forma de alas de murciélago que les permite volar) y unos personajes caricaturescos y humorísticos que viven en el mundo real. Doble paradoja para una serie de capítulos brevísimos).
Citaré al propio Figueras, tal y como aparece en el prólogo de Guiral para ver de dónde viene esta historia.
“Los vampiros del aire está basada en el folletín de Canellas Casals. Marco [editorial para la que trabajó Figueras y que publicaba algunas de las historias que nuestro autor leía en la infancia] lo que hacía era el folletín y luego si funcionaba lo adaptaba en forma de historieta. En este caso, lo dibujó Darnís”.
Topolino presencia el ataque de los vampiros al profesor Perinola para robarle unos planos. Como el propio personaje dice, esto es una fantasía “Camp”, un término muy hippie que hace referencia a lo que nosotros ahora llamaríamos frikie. Topolino persigue al Doctor Siniestro (fácilmente reconocible por su mala puntería) y llegamos a una catacumba espectacular, en medio del campo. Cuando se hacen tebeos, no hay porqué escatimar en presupuesto. Allí Topolino se encuentra con Colodión y su brazo larguísimo, que tendrá su papel en la resolución de la aventura. Me encanta la idea de Figueras de hacer metahistorieta, contando lo que el propio autor, o el lector, pensaría de cada situación (dice Topolino: “Parece fabricada para una película de dibujos animados”).
Colodión ha sido el inventor de las alas diabólicas. Cuando los acólitos del Doctor Siniestro tratan de dormirlos con un gas soporífero, Topolino se salva ¡tapándose la nariz! ¡Manda narices!
Aquí empieza el Topolino que más me gusta. Este pequeño héroe hace unas piruetas que ni los acróbatas del circo. Escapa y le quita un caballito hinchable al nieto del profesor Perinola. La espada, no sabemos de donde sale. Y así, a modo de insigne caballero andante, se enfrenta a los vampiros, quitándoles las alas mediante un certero mandoble y con la ayuda del brazo largo de Colodión.
Topolino no quiere el reconocimiento de nadie y le otorga el papel de salvador a Colodión, pero, cosas del destino, termina quedando como villano ante el oficial Adolfo, porque le da una patada al profesor desagradecido. Hay gente que ve un paralelismo entre esta serie y la de George Herriman, Krazy Kat. No hay duda de que el papel del perro policía está representado por Adolfo, pero Topolino no es Ignatz ni hay una gata Krazy. Si algo puede tener que empariente estas series es la posición de anti-héroe de Topolino y el trato que ejerce sobre él la justicia. Aunque Ignatz se merece la cárcel en más de una ocasión.
Tercera historia. “El guante diabólico”.
Primera aparición: Super Mortadelo nº 7. Dos páginas.
Volvemos al bosque de los villanos. Debajo de Topolino, se abre una trampilla que lleva a una base secreta. Los malvados han creado un guante (un Guantelete del Infinito, diría yo) que suelta rayos de “ciencia ficción”. Colodión y Adolfo aparecen para figurar de extras, porque casi no tienen papel, a parte de echar en la trampilla el guante que les va a explotar en las narices a los secuaces del Doctor Siniestro.
Los malos de esta historia son tan patanes que terminan siempre más fastidiados por sus propias acciones (cuando disparan los rayos, les caen los árboles que han cortado en la cabeza) que por las de los agentes de la ley (cuando salen por los aires por culpa de su propio guante).
Cuarta historia. “La máquina hipnótica”.
Primera aparición: Super Mortadelo nº 8. Dos páginas.

Puesta de largo del segundo villano de la serie, el Doctor X. Su atuendo de Mr. Hyde y su acento tipo extranjero a lo alemán o austriaco o ruso, hace de este villano un personaje un pelín caduco. Parece, según recuerda el propio Figueras, que este personaje se basa en otro de Canellas Casals.
Volvemos a la reflexión sobre la mitología pulp. ¿No me digáis que no se os había pasado por la cabeza que la manera de derrotar a un villano que hipnotiza a sus víctimas con la mirada (en este caso con una especie de cámara) es llevar los ojos tapados o usar unas potentes gafas de sol? Pues eso mismo es lo que hace Topolino.
Una vez hipnotizado Adolfo, Topolino y Colodión vencen, con la ayuda de un osete, al Doctor X (la tradición de las X viene de lejos, y si no que lo pregunten a Mr. X). Adolfo cae sobre el Doctor y cree haberlo vencido el solito. Pobre diablo.

Quinta historia. “Los invasores”.
Primera aparición: Super Mortadelo nº 9. Dos páginas.

La serie de televisión de “Los Invasores” era un éxito por aquella época. Si tenías el dedo meñique tieso, eras extraterrestre. Como diría Kiko al Chavo del ocho: “¡Qué cosas! ¿no?”
Esta vez sí que está clara la referencia a una obra de H. G. Wells, en concreto la Guerra de los Mundos, aunque los “Marcianos” no llevan trípodes, sino que sus máquinas son bípedas, por eso de la comodidad y tal. Colodión y Adolfo le gastan una broma a Topolino. Se hacen los hipnotizados, recordando la aventura anterior y Topolino se preocupa. Descubierta la broma, Topolino no las tiene todas consigo. Los patos no se precipitan por un barranco sin motivo. Tienen que estar sobresaltados por algo y hay que investigar. Topolino se da de bruces con un par de Marcianos invasores (la procedencia planetaria me la invento, pero creo que no estoy errado). Los invasores también tienen mirada hipnótica y le obligan a tirarse por el barranco. Armado con unas gafas de sol, se marca la meta de salvar nuevamente a la humanidad en otro Super Mortadelo y ocurre una cosa graciosa. El rayo calórico (muy acertado, porque es el arma de los Marcianos de H. G. Wells, junto con el Humo Negro) arrasa parte de una granja. Topolino llama su atención y desvían el rayo, dándose de lleno en uno en el otro. Se autodestruyen sin que nadie vea a los invasores, dejando un montón de chatarra humeante. Y en estas que aparece Adolfo y, por una vez, no acusa a Topolino de nada.
Esta es una de las historias que más me gustan. Me encantan los ingenios mecánicos y me encanta la Guerra de los Mundos.

Sexta historia. “El regreso de Ayesha”.
Primera aparición: Mortadelo Almanaque 1973. ¡Cuatro páginas!

Primera historia larga de Topolino y es tan densa y espectacular que parece toda una película de aventuras clásicas. La influencia está clarísima: la película She (La diosa del fuego en su versión en castellano), donde aparece Ayesha como un personaje alucinante. Esta película se basa en una serie de cuatro novelas de Ridder Hagard. Fue la segunda película que vi en mi vida, cuando hacían películas clásicas en aquella sesión de tarde con presentación en sillón orejero y te avisaban de lo mucho y bueno que ibas a poder contemplar en la película. No me acuerdo de cuál fue la primera que vi, sólo habría que mirar en el archivo de RTVE para saber cuál echaron la semana anterior. La recuerdo como muy emocionante y con un final en el que la protagonista se autoinmola en el fuego, que lo recuerdo aún con vivido detalle. Entonces sí que se preocupaban por los niños y no como ahora, que se creen que son tontos y no pueden ver nada traumático. ¡Con el mundo en el que les ha tocado vivir a los pobrecillos!
Volvamos con la historia. Topolino se topa con las huestes de Kalipatres, el sacerdote de Ayesha y sospecha que nuestro héroe pudiera ser “Él”. De coña. El enano… perdón ¡Topolino! se defiende como un titán, pero no puede con tanto malo. Ayesha le desprecia con desdén desde su hoguera y Topolino se las ve y se las desea para salir bien de este lance. Por si los problemas de Topolino no fuesen pocos, aparece en escena el Doctor Siniestro, tratando de sacar tajada. Salen rayos tipo ciencia ficción, zeppelines y biplanos. Al final Topolino sale por los pelos de todo el embrollo y aterriza en un lago. En la última viñeta, Adolfo le echa la bronca a Topolino por bañarse en un lugar prohibido.
Si se le dedica un tiempo a disfrutar de la obra gráfica, viñeta a viñeta nos encontramos con joyas del tebeo. Magistral, sí señor.

Séptima historia. “Trágico error”.
Primera aparición: Super Mortadelo nº 15. Dos páginas.

Una aventura con Robot gigante por medio. El Doctor Siniestro ha creado un robot a distancia que hace de las suyas en el eterno bosque de las aventuras de Topolino.
¿Cómo no? Todo el mundo se mofa de Topolino y sus aventuras, porque casi nadie ha sido testigo (¿cómo que no? ¡El lector las ha seguido!). Colodión se disfraza de robot y se cruza en el camino del monstruo de verdad. Adolfo se deja coger, creyendo que el Colodión, pero el robot es muy peligroso y el valiente de Topolino le rescata destruyendo el mando a distancia. Al final Colodión y Topolino al “Manicomio” (entonces no éramos políticamente correctos), por salvar a la humanidad. Pobrecillos.


Octava historia. “El monstruo del Lago Negro”.
Primera aparición: Super Mortadelo nº 13. Dos páginas.

Homenaje excesivamente humorístico al Monstruo del Lago Negro. Una de las peores películas de los monstruos de la Universal, pero sin lugar a dudas la más sensual y con un monstruo nuevo que ya sólo su aspecto era imponente. Espero no estropearos la sorpresa, pero tengo que decir cosas del final, así que no sigáis leyendo si no conocéis la historia y pasad a la novena (no, la sinfonía no).
Adolfo es el monstruo, que está embadurnado en lodo. Es increíble la cantidad de tropelerías que le hacen Topolino y Colodión porque creen que es un monstruo de verdad. Al final Adolfo se ceba en un mini-monstruo que resulta ser su jefe.
Como se puede ver, el homenaje queda muy lejos, aunque el chiste es bueno. Esta historia me ha recordado a aquella que complementaba a “Hotel Pánico” en Superlópez, cuando un Jaime lleno de boñiga de vaca es confundido con la cosa del pantano. Igual de hilarante.

Novena historia. “El topo de acero”.
Primera aparición: Mortadelo Extra de Verano 1973. Cuatro páginas.

Otra historia “larga” para un número especial. Topolino se encuentra por casualidad con un nuevo invento del Doctor Siniestro. Esta vez es un Topo que le sirve para viajar bajo tierra. Vamos, una tuneladora de las de ahora. Colodión y Topolino se las apañan para cerrar el paso a la máquina de mil y un maneras, terminando con un buen manguerazo.
Resulta curioso ver cómo han caído en el tópico del topo (je, je) tantos escritores de space operas. Es casi imposible viajar así sin que tarde o temprano se te hunda la galería. Aún así, es otra soberbia aventura de Topolino.

Décima historia. “La momia”.
Primera aparición: Super Mortadelo nº 23. Dos páginas.

El homenaje a este personaje clásico, también estrella de la Universal, es mucho más claro que el de la criatura del lago. El chiste está cantado desde el principio. ¿Qué es lo más llamativo de una momia? ¡sus vendas! Y, ¿qué puede pasar con vendas? Dos cosas: que te tropieces andando y que termines vendado. Pues ambas cosas ocurren.
Colodión ha inventado una máquina para regular el tráfico que es un molinillo rematado con una mano (los guantazos están asegurados). Una momia se les acerca y termina enredada con la máquina. Esta se pone en marcha y bajo el vendaje vemos una vez más al Doctor Siniestro. Por las muchas peripecias, en la última viñeta vemos a todos los personajes vendados y escayolados. ¡Qué desastre!
Undécima historia. “Melodía infernal”.
Primera aparición: Mortadelo Almanaque 1974. Cuatro páginas.
De nuevo un especial y mayor longitud de la historia. Esta es una de mis favoritas. El malo me recuerda a la Bruja Avería. Un instrumento tirado en el campo sirve como señuelo para dejar “turulatos” a Topolino, Adolfo y el Jefe. Aquí empiezan las citas inolvidables: “¡Las ondas sordas de la música moderna, acumuladas, les han dejado turulatos! ¡Abajo el Rock!”.
El trío protagonista se repone y ya sabe que hay un malo pululando por el bosque. Le buscan y dan con un lago (“el lago de los patos”, en clara alusión al de los cisnes de Chaikovsky) y caen de nuevo en la trampa. Una melodía les hace bailar sin descanso.
Dos citas más de nuestros personajes. La primera de Topolino: “Evidentemente, si uno se encuentra encima de la superficie metálica, y por un nuevo procedimiento científico, tiene que bailar música clásica, aunque no quisiera”. La segunda de Bethovin, el malo: “¡Insensato! ¿Quieres que te condene a un festival de música Rock?” Soberbio.
Topolino se da cuenta de que el arma definitiva contra este malvado malhechor (je, je) es hacer uso de la música moderna. Todo termina con el villano detenido y el alcalde bailando el garrotín sobre la pista metálica. Impresionante.

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