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April 26, 2025

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La Torre de Rudesindus - Segundo año

¡Atención, habitantes de la Torre de Rudesindus y curiosos del Averno! ¡Goblop, vuestro cronista de cabecera, trae frescas noticias (y algunas muy pegajosas) de las últimas hazañas de nuestro peculiar Herbámala!

Las Minúsculas Hazañas de Herbámala: Sudor, Polen y Ratas Confundidas (Revisión Anual)

¡Ah, Herbámala! ¡Un año ha pasado ya, y el mago Rudesindus, en su infinita (e incomprensible) sabiduría, te ha encomendado nuevas "delicias" para tu segundo año de servicio! ¡Goblop, como siempre, está aquí para contarlo, y para reírse un poco de tus desventuras!

La Voz Ronca de Rudesindus (¡Otra Vez, Qué Fastidio!) Resuena por la Torre:

"¡Lutines! ¡Atención! ¡Herbámala, tú, el de las manos verdes y la boca… peculiar! ¡Hoy tenemos visita! Y no es una visita cualquiera, ¡no! Es Rosalinda, la mocosa de los ogros del norte. ¡Una criatura más impertinente que un duende con hipo y más zafia que un troll en un banquete! Su único propósito es molestarme, reírse de mis experimentos y, si puede, fastidiaros a vosotros, mis… valiosos… sirvientes. ¡Así que ve y atiéndela! ¡Entreténla! ¡Engáñala si es necesario, hazte pasar por mí si crees que cuela! ¡Pero que no se acerque a mi laboratorio ni a mis pergaminos! ¡Y que no me venga con quejas de sus tonterías! ¡Ahora, muévete!"

Primera Tarea: La Visita Impertinente (Atender a Rosalinda)

Herbámala, tu misión es clara: mantener a Rosalinda, la niña ogro, lejos de Rudesindus y de sus cosas más preciadas. Te encuentras en la Sala de Recepción, un lugar que, para un lutín de tu tamaño, parece un gigantesco salón de baile. Rosalinda, del tamaño de un pequeño armario, está sentada en un sillón que apenas la contiene, con una expresión de aburrimiento y una sonrisa que promete travesuras.

La Pelea de Gatos (Y Ogros) del Segundo Año: Herbámala vs. Rosalinda

¡Y así comienza el segundo año de servicio de Herbámala, con la misión de entretener (o engañar) a Rosalinda, la niña-ogro! Nuestro pequeño lutín, con la astucia de un zorro y la osadía de un ratón que le ha robado el queso al gato, decidió ir a lo grande: ¡hacerse pasar por el mismísimo Rudesindus! "¡Soy el gran mago!", pió Herbámala, inflando su pecho verdoso. Rosalinda lo miró con una ceja levantada, sus ojos de ogro brillando con escepticismo. "Qué voz más chiquitita para un mago tan grande", masculló, y con un estirón travieso, le ató un lazo ridículo en la cabeza al pobre Herbámala. ¡Humillación en estado puro!

Pero Herbámala, a pesar de su tamaño, tiene un carácter más desobediente que un demonio en ayunas. ¡Nadie, ni siquiera una ogro-niña, se burla del "gran mago Rudesindus" y se va de rositas! Con una furia digna de un arbusto espinoso, Herbámala concentró su poder vegetal. De pronto, lianas invisibles brotaron del suelo de la Sala de Recepción, enroscándose alrededor de los enormes tobillos de Rosalinda. ¡La niña-ogro, sorprendida, dio un grito y cayó de bruces al suelo con un estruendo que hizo vibrar los cimientos de la torre!

Herbámala, viendo a la gigante inmovilizada, se acercó con cautela. Parecía inconsciente. ¡Victoria! ¡O eso pensó el ingenuo lutín! Antes de que pudiera celebrar su triunfo, una mano ogro surgió de la nada y atrapó a Herbámala. ¡La mocosa no estaba inconsciente, solo fingía! "¡Jejeje! ¡Mira qué muñequito tan gracioso!", gruñó Rosalinda, levantando a Herbámala. "¡Ahora me vas a llevar al laboratorio del viejo Rudesindus para que le gastemos una broma de verdad!"

El pánico se apoderó de Herbámala. "¡Pero si soy Rudesindus!", insistió, aunque su voz de ratón sonaba cada vez menos convincente. Rosalinda lo miró con escepticismo. "Las lianas sí que parecieron magia suya", concedió, "¡pero tú sigues pareciendo un bicho!". Atrapado y arrastrado hacia el desastre, Herbámala tuvo una idea desesperada. Si no podía engañarla con la autoridad, ¡lo haría con el aburrimiento y la cháchara!

"¡Escucha, Rosalinda!", comenzó Herbámala, "déjame contarte los chismorreos del Averno... ¿Sabes que Belial perdió su bigote favorito en una apuesta con un diablillo? ¡Y que el mismo Lucifer una vez intentó hacer pan de jengibre y lo quemó todo! ¡Ah, y la vez que el mago Rudesindus intentó convertir una calabaza en un carruaje y terminó con una calabaza que hablaba y solo recitaba poesía élfica!" Herbámala siguió, hilando mentira tras mentira, cotilleo tras cotilleo, todos más falsos que un demonio prometiendo decir la verdad.

Rosalinda, que al principio escuchaba con curiosidad, empezó a bostezar. Sus ojos se nublaron, y su agarre se aflojó. Los chismorreos infernales, por más inventados que fueran, resultaban increíblemente soporíferos. Con un bostezo final, la niña-ogro soltó a Herbámala. "¡Qué aburrido eres! ¡No tienes nada divertido que contar!", se quejó. Y con un refunfuño, Rosalinda decidió que la visita a la torre de Rudesindus era una pérdida de tiempo. Se levantó y, para alivio de Herbámala, ¡decidió irse antes de lo previsto!

Así fue como Herbámala, magullado, con un lazo ridículo y la reputación un poco más… "creativa", consiguió (por los pelos) librarse de la impertinente Rosalinda. ¡Nunca subestimes el poder del chismorreo bien contado… incluso si es pura invención! ¡Goblop no pudo evitar una carcajada al ver al pequeño lutín salir ileso (casi) de tal embrollo! ¡La torre, como siempre, ofrece las lecciones más extrañas!

¡Permanezcan sintonizados para las próximas desventuras de Herbámala! ¡Porque el huerto y los cuervos no se van a cuidar solos!

Segunda Tarea: La Explosión del Huerto y la Lección de la Vagancia

¡Saludos, leales (y no tan leales) habitantes de la Torre! ¡Goblop, vuestro narrador favorito, tiene una nueva historia del pequeño Herbámala! Y esta vez, involucra semillas, cuervos y… ¡una explosión!

Después de la "delicada" negociación con la ogro-niña Rosalinda, Rudesindus, con su habitual tacto (que es decir, ninguno), le lanzó a Herbámala su siguiente "sencilla" tarea: ¡Sembrar el Huerto! Y, para añadirle un poco de "emoción", los cuervos, esas criaturas emplumadas con más apetito por las semillas que un ogro por el estofado, rondarían al acecho.

Herbámala, nuestro lutín verde con alma de bicho perezoso, escuchó la tarea y su pequeña mente se puso en marcha. ¿Sembrar? ¿Agacharse? ¿Cubrir semillas con tierra? ¡Bah! ¡Eso era trabajo de trolls sin imaginación! Además, los pájaros no se dejarían engañar por unas raíces danzantes. No, esto requería… ¡ingenio! ¡Y una buena dosis de pereza!

Fue entonces cuando a Herbámala se le ocurrió una idea tan disparatada que solo un lutín al borde de la exasperación podría concebirla. Con una sonrisa maliciosa, consiguió un barril explosivo (¡no preguntéis de dónde lo sacó, los lutines tenemos nuestros contactos!) y, con sigilo digno de un ladrón de nueces, lo deslizó dentro del saco de semillas. "¡Así se siembra sin sudar!", pensó.

Los cuervos, observando desde el cielo con sus ojos hambrientos, vieron el suculento saco de semillas. "¡Pío, pío! ¡Banquete gratis!", graznaron con entusiasmo, lanzándose en picado. Aterrizaron sobre el saco con alboroto, listos para darse un festín. Y justo cuando uno de ellos iba a picotear la primera semilla…

¡KABUM!

Una explosión de plumas, tierra y semillas pulverizadas llenó el aire. Los cuervos, con las plumas chamuscadas y el pico lleno de hollín, salieron disparados como cohetes mal hechos, graznando con pánico y dejando un rastro de humo y quejas. ¡Herbámala, que se había puesto a cubierto con la suficiente antelación, se rió a carcajadas! ¡Las semillas estaban esparcidas por todo el huerto! ¡Trabajo hecho, sin un solo sudor (aparentemente)!

Pero la victoria de la vagancia fue efímera. Herbámala, con la confianza de un genio incomprendido, intentó usar su magia para que las flores brotaran y metieran las semillas en la tierra. "¡Vamos, florecitas, a trabajar!", susurró. Pero las flores, ajenas a su brillante plan, no hicieron ni caso. ¡Las semillas aún no eran plantas germinadas, claro! ¡No había ni una pizca de verde en ellas para que su magia surtiera efecto!

El pequeño lutín se dio cuenta de su error. Si quería que esas semillas prosperaran (y evitar una reprimenda de Rudesindus aún mayor que la del día del gato humeante), ¡tendría que hacer algo! Y así, con un suspiro de resignación, Herbámala se lanzó a la carrera, deslizándose por el huerto como una bala verde, tapando las semillas con tierra a toda velocidad. Los cuervos, aún recuperándose de la explosión, no se presentarían en un buen rato, pero no había que tentar a la suerte.

Al final de la jornada, Herbámala, agotado, cubierto de tierra y con más músculos doloridos que un troll después de una sesión de levantamiento de rocas, contempló su huerto. Las semillas estaban sembradas… de una manera u otra. ¡Había trabajado una barbaridad por intentar ser tan vago! ¡La vida, y Rudesindus, siempre te dan una lección, incluso cuando intentas escaquearte!

¡Permanezcan atentos, queridos lectores, para más lecciones de vida (y desventuras explosivas) de nuestro Herbámala! ¡Goblop ya está preparando su próximo informe!

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¡Preparaos, almas curiosas (y no tan curiosas), porque Goblop tiene una nueva entrega de las desventuras de Herbámala, y esta vez, ¡el protagonista es un esqueleto con delirios de grandeza!

Tercera Tarea: El Esqueleto Peregrino y la Pieza Faltante

¡Y así, la rueda del segundo año de servicio de Herbámala sigue girando! Después de la explosión del huerto y la huida de los cuervos chamuscados, Rudesindus, en su infinita… ¿sabiduría?, le encomendó a nuestro pequeño lutín una tarea que haría sudar frío incluso al demonio más intrépido: ¡mantener a raya a Ismael el Peregrino!

Ahora, ¿quién es Ismael el Peregrino, os preguntaréis? ¡Ah, esa es una historia digna de ser contada! Se dice que Ismael fue en vida un devoto peregrino que, en su búsqueda de la iluminación (o quizás de un buen estofado), se topó con una de las extrañas reliquias de Rudesindus. La reliquia, lejos de concederle la paz espiritual, lo convirtió en un esqueleto animado, ¡pero con su fervor peregrino intacto! Desde entonces, Ismael cree que la verdadera "Tierra Santa" se encuentra en la Habitación Prohibida de la Torre de Rudesindus, y pasa sus días intentando llegar a ella, ¡con la persistencia de una mosca en un pastel!

Así que, la tarea de Herbámala era sencilla: evitar que Ismael el Peregrino, ese montón de huesos con piernas, llegara a la dichosa Habitación Prohibida. Y al principio, Herbámala intentó ser… sutil. Cada vez que Ismael se escapaba del osario (que era más a menudo que un duende se rasca una pulga), Herbámala, con su magia vegetal, creaba trampas de lianas y pequeñas hierbas traicioneras. Ismael, en su ciego fervor, tropezaba con ellas, y con un sonoro ¡clac-clac-clac!, terminaba desparramado por el suelo, ¡cada hueso por su lado!

Y ahí venía la parte divertida (para Goblop, claro): Herbámala tenía que volver a montar la osamenta de Ismael. ¡Un fémur por aquí, una costilla por allá, la mandíbula que siempre se perdía debajo de un mueble! Tras varias ocasiones en las que Ismael se escapaba y Herbámala lo volvía a montar (¡con paciencia de santo, que no de lutín!), el pequeño Herbámala comentó a la Sombra de Rudesindus que estaba aprendiendo "mucha anatomía humana". ¡Más de la que jamás quiso saber, seguramente!

Pero la paciencia de un lutín, incluso la de uno persistente como Herbámala, tiene un límite. Y tras la enésima fuga y el enésimo "rompecabezas" óseo, Herbámala se hartó. Con una sonrisa que prometía travesuras, nuestro pequeño botánico decidió aplicar una solución… radical. Con sigilo, y aprovechando una de las "desintegraciones" de Ismael, Herbámala guardó un par de huesos del menisco. ¡Sí, esos pequeños cartílagos de las rodillas!

Desde ese día, cada vez que Ismael el Peregrino intentaba dar un paso, sus rodillas se doblaban de forma antinatural y, con un ¡clac-clac-clac! aún más cómico, terminaba de bruces en el suelo. ¡Al menos ya no tenía Herbámala que ir a buscar los huesos por toda la torre, sino que se desparramaban cómodamente en el suelo del laboratorio de Rudesindus, donde Ismael pasaba sus días!

Al final, ambos, esqueleto y lutín, se hartaron el uno del otro. Ismael, frustrado por su eterna incapacidad para caminar, y Herbámala, harto de ver a un esqueleto desparramarse por el suelo. La tensión era palpable, pero justo entonces, la puerta del laboratorio se abrió y Rudesindus entró, con su habitual aire de "no sé qué pasa aquí, pero seguro que es culpa de los lutines".

La llegada del mago marcó el fin de la tarea de Herbámala. Con un suspiro de alivio (y quizás una pequeña reverencia irónica), Herbámala se despidió de Ismael sin mucho afecto. "¡Adiós, Ismael! ¡Que tus huesos descansen en paz… o al menos en una sola pieza!"

Ahora, con el segundo año de servicio a sus espaldas, Herbámala se prepara para la inevitable rendición de cuentas con Rudesindus. ¿Cómo se las apañará el pequeño lutín para explicar los desaguisados del huerto, la humillación de Rosalinda y el esqueleto que se cae a pedazos? ¡Goblop ya está frotándose las manos!

Pero lo peor de todo, lo que realmente carcome la pequeña mente de Herbámala, es la curiosidad (¡ese es un defecto muy grande del lutín!). ¿Qué hay en la Habitación Prohibida para hacerla tan… prohibida? ¿Y por qué Ismael, ese esqueleto loco, tiene tanto empeño en llegar a ella? ¡Las paredes de la Torre guardan muchos secretos, y Herbámala, a pesar de sí mismo, parece destinado a desvelarlos!

El Informe Anual (y la Sentencia) de Rudesindus: La Verdad, Toda la Verdad, y Nada Más que la Verdad (Más o Menos)

La puerta del laboratorio del mago se abrió con un crujido ominoso. El aire estaba cargado, no de magia, sino de su irritación. El pequeño lutín, con su habitual habilidad para hacerse el pequeño, intentó pasar desapercibido, pero la mirada del mago se clavó en él como un rayo. "¡Acércate!", dijo con voz que prometía tormenta. "¡Es hora de la revisión anual! Y te advierto, mi paciencia está más agotada que un pergamino después de un hechizo de invocación masiva. ¡Explícame por qué la niña ogro se fue refunfuñando, por qué mi huerto parece un campo de batalla post-apocalíptico, y por qué Ismael… bueno, por qué Ismael ahora suena como una bolsa de huesos rodando por una colina!"

El pequeño lutín tragó saliva. Este era el momento de la verdad. O de su versión de la verdad. "¡Amo Rudesindus! ¡Me alegra que pregunte! ¡Todo ha ido… estupendamente!", dijo con una sonrisa forzada y un tono de voz demasiado optimista. "Verá, la niña ogro, Rosalinda… ¡la aburrí! ¡Sí, señor! ¡Con mis historias, mis chismorreos del Averno, mis… anécdotas! ¡Se aburrió tanto que se fue antes de tiempo! ¡No volverá a molestar en mucho, mucho tiempo! ¡Misión cumplida!" Con un bufido, el mago replicó: "¡Aburrirla! ¡Genial! ¿Y el lazo ridículo en tu cabeza? ¿También fue parte de tu 'estrategia de aburrimiento'? Pero pasemos a lo importante. ¡Mi huerto! ¡Parece que una manada de gnomos borrachos ha jugado a las canicas con mis semillas! ¿Y los cuervos? ¡No he visto ni uno!"

"¡Ah, los cuervos! ¡Esa fue una obra maestra!", exclamó el lutín, inflando el pecho con orgullo. "¡Les di una lección que no olvidarán! ¡Con una… sorpresa en las semillas! ¡No se atreverán a acercarse en mucho tiempo! ¡El huerto está a salvo de ellos!" El mago, con una voz gélida que hizo temblar las pociones en los estantes, sentenció: "¡Claro que no se atreverán a acercarse! ¡Porque no hay nada que comer, Herbámala! ¡Has esparcido las semillas de tal manera que ni una sola ha germinado! ¡No hay cosecha! ¡No hay nada para los cuervos, ni para los habitantes de esta torre, ni para mis experimentos que requieren ingredientes frescos! ¡Has arruinado todo el trabajo de meses!"

El pequeño lutín se encogió, la victoria de la explosión se desvanecía rápidamente. Rápidamente, cambiando de tema, dijo: "¡Pero Ismael! ¡Ah, Ismael el Peregrino! ¡Ese sí que está bajo control! ¡Ya no llegará a la Habitación Prohibida! ¡Se lo aseguro! ¡He encontrado la solución definitiva para sus… escapadas!" Con una mirada de exasperación, el mago le inquirió: "¿La solución definitiva? ¡Ahora Ismael se desmonta más rápido que un hechizo de principiante! ¡Cada vez que intenta dar un paso, sus huesos se desparraman por el suelo! ¡Tengo que andar con cuidado para no pisar una tibia o un peroné! ¡Es un peligro para la salud y la cordura de mis sirvientes!"

El lutín, viendo que sus justificaciones se desmoronaban como un esqueleto sin meniscos, decidió jugar su última carta, la de la curiosidad. Con voz inocente, como el que no quiere la cosa, preguntó: "Amo Rudesindus, ya que Ismael tiene tanto empeño en llegar… ¿qué hay en la Habitación Prohibida para que sea tan… prohibida?" La temperatura en el laboratorio pareció bajar diez grados. Los ojos del mago se entrecerraron hasta convertirse en rendijas de furia. "¡¿Qué hay en la Habitación Prohibida, preguntas?!", gruñó. "¡Lo que hay es un lutín demasiado entrometido que acaba de firmar su propia sentencia! ¡Por tu curiosidad y por todos estos desaguisados, Herbámala, tu castigo será… ¡alimentar a Lucifer el gato una semana entera!"

El pequeño lutín palideció. ¡Lucifer! ¡El gato humeante! ¡El que prometía venganza! "¿Una… una semana? Pero, Amo Rudesindus, ¡Lucifer es… peculiar! ¡Y yo soy… del tamaño de un ratón!", balbuceó con un hilo de voz. "¡Exacto!", sentenció el mago. "¡Así aprenderás a no meterte donde no te llaman y a no arruinar mis cosechas! ¡Ahora, fuera de mi vista! ¡Y que Lucifer no se quede con hambre… o te quedarás sin piel!" El pequeño lutín salió del laboratorio a toda prisa, con la cola entre las piernas (si tuviera una). El segundo año había terminado con un castigo. Y uno muy peludo y con dientes. ¿Sobrevivirá nuestro pequeño lutín a una semana de "servicio" a Lucifer? ¡Solo el tiempo (y su astucia) lo dirán!

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