Vamos a contar mentiras.
— Hola, buenas tardes.
— Buenas tardes.
— ¿Hay cabinas libres?
— Sí señor, a estas horas, tan prontito, no hay problema.
— Pues mire, que, esto… que querría un par de señoritas, así, como ligerillas de ropa. ¡Ah! Y que una tenga rabito, como una gatita.
— Bien pase a la cabina uno y en un momento le conecto.
— Gracias. Pago ahora.
— ¡Hola! ¿Cómo estamos?
— Bien, ya ves. Aquí de recepcionista, que esto de regentar burdeles se ha convertido en un trabajo de telefonista. Llega el cliente, le enchufas un cable y a disfrutar un ratillo.
— Pues nada, que vengo a limpiar la oficina. Luego hablamos
— Hasta luego, guapa.
— Hola, señorita.
— Buenas tardes, ¿qué desea?
— Querría alquilar una cabina.
— ¿Y qué programa le apetece?
— Pues la verdad es que no lo tengo muy claro. ¡Ah, sí! Querría a esa actriz, ¿cómo se llama? Beverly Laxing, sí. Pero la querría un pelín entradita en carnes, ya sabe, como antiguo. ¡Ah! Y con la piel roja.
— Muy bien señor, pase a la cabina cuatro y enseguida le conecto.
— Hala, que me voy. Ya he terminado de limpiar.
— No tendrías mucha tarea, ¿eh?
— Pues no, la verdad. Tienes unos clientes muy pulcros. ¡Si vieras las guarrerías que tengo que limpiar en el burdel de al lado. Allí si que manchan los jodidos.
— Ya, pero es que allí les permiten de todo y yo tengo mucho cuidado. Si piden caprofilia, les digo que sólo virtual. Si les gusta, bien, y si no que se vayan a cualquier otro sitio. Aquí con las fantasías de la gente, lleno el local y no necesito más.
— Bueno, que me voy. Hasta mañana. (¡Cómo se enrolla la jefa!).
— Buenas tardes.
— Hola, buenas tardes. ¿Qué desea el caballero?
— Pues mire, que me gustaría… me gustaría un real.
— ¡Hombre, qué sorpresa! Es el primero en tres meses.
—Es que, mire usted, que me he cansado de las maquinitas. En casa las tengo todas; la Dame Boy, la Playsensation y la SeXbox. Pero, vamos, que no me sabe a nada. Y ya he probado sus cabinas. La verdad es que no caigo ya en nada nuevo. Estoy un poco espeso para imaginarme las cosas esas.
— Y quiere un poco de cuestión carnal. Pues ya sabe que está muy pasado de moda.
— ¿Qué quiere que le diga? Es que uno es un sentimental y un nostálgico. Además no tengo los dos mil quinientos. Para conseguir ese pastón tendría que tener un hijo y que me dieran el cheque. Sólo me queda el dinero de la promesa electoral, los cuatrocientos de Hacienda…
— Y como es más barato el real que el virtual, vamos, que se ha animado. ¿Habrá venido bien aseadito?
— ¡Sí, mujer! Me he duchado esta mañanita y vengo con la muda limpia.
— ¡Ah, bueno!
— Nada, pues, ¿qué hacemos?
— Lo primero es pagar.
— Aquí tiene los cuatrocientos.
Muy bien … cheque promesa electoral… ¡Vale! Pase a la cabina seis, ¡no, nueve! ¿En qué estaría yo pensando? Y espéreme allí.
— ¿Y qué hago?
— Nada, lo que quiera. Yo me voy a cambiar de vestido, algo más sexy y ya voy.
— Señorita, no se moleste mucho. La verdad es que nunca he hecho un real y, ¿qué quiere que le diga? Todo es tan nuevo que no quiero demasiadas florituras.
— Bueno, está bien, pero llámame Chony, que hay confianza.
— Hola, buenas tardes.
— Buenas tardes.
— ¿Hay cabinas libres?
— Sí señor, a estas horas, tan prontito, no hay problema.
— Pues mire, que, esto… que querría un par de señoritas, así, como ligerillas de ropa. ¡Ah! Y que una tenga rabito, como una gatita.
— Bien pase a la cabina uno y en un momento le conecto.
— Gracias. Pago ahora.
— ¡Hola! ¿Cómo estamos?
— Bien, ya ves. Aquí de recepcionista, que esto de regentar burdeles se ha convertido en un trabajo de telefonista. Llega el cliente, le enchufas un cable y a disfrutar un ratillo.
— Pues nada, que vengo a limpiar la oficina. Luego hablamos
— Hasta luego, guapa.
— Hola, señorita.
— Buenas tardes, ¿qué desea?
— Querría alquilar una cabina.
— ¿Y qué programa le apetece?
— Pues la verdad es que no lo tengo muy claro. ¡Ah, sí! Querría a esa actriz, ¿cómo se llama? Beverly Laxing, sí. Pero la querría un pelín entradita en carnes, ya sabe, como antiguo. ¡Ah! Y con la piel roja.
— Muy bien señor, pase a la cabina cuatro y enseguida le conecto.
— Hala, que me voy. Ya he terminado de limpiar.
— No tendrías mucha tarea, ¿eh?
— Pues no, la verdad. Tienes unos clientes muy pulcros. ¡Si vieras las guarrerías que tengo que limpiar en el burdel de al lado. Allí si que manchan los jodidos.
— Ya, pero es que allí les permiten de todo y yo tengo mucho cuidado. Si piden caprofilia, les digo que sólo virtual. Si les gusta, bien, y si no que se vayan a cualquier otro sitio. Aquí con las fantasías de la gente, lleno el local y no necesito más.
— Bueno, que me voy. Hasta mañana. (¡Cómo se enrolla la jefa!).
— Buenas tardes.
— Hola, buenas tardes. ¿Qué desea el caballero?
— Pues mire, que me gustaría… me gustaría un real.
— ¡Hombre, qué sorpresa! Es el primero en tres meses.
—Es que, mire usted, que me he cansado de las maquinitas. En casa las tengo todas; la Dame Boy, la Playsensation y la SeXbox. Pero, vamos, que no me sabe a nada. Y ya he probado sus cabinas. La verdad es que no caigo ya en nada nuevo. Estoy un poco espeso para imaginarme las cosas esas.
— Y quiere un poco de cuestión carnal. Pues ya sabe que está muy pasado de moda.
— ¿Qué quiere que le diga? Es que uno es un sentimental y un nostálgico. Además no tengo los dos mil quinientos. Para conseguir ese pastón tendría que tener un hijo y que me dieran el cheque. Sólo me queda el dinero de la promesa electoral, los cuatrocientos de Hacienda…
— Y como es más barato el real que el virtual, vamos, que se ha animado. ¿Habrá venido bien aseadito?
— ¡Sí, mujer! Me he duchado esta mañanita y vengo con la muda limpia.
— ¡Ah, bueno!
— Nada, pues, ¿qué hacemos?
— Lo primero es pagar.
— Aquí tiene los cuatrocientos.
Muy bien … cheque promesa electoral… ¡Vale! Pase a la cabina seis, ¡no, nueve! ¿En qué estaría yo pensando? Y espéreme allí.
— ¿Y qué hago?
— Nada, lo que quiera. Yo me voy a cambiar de vestido, algo más sexy y ya voy.
— Señorita, no se moleste mucho. La verdad es que nunca he hecho un real y, ¿qué quiere que le diga? Todo es tan nuevo que no quiero demasiadas florituras.
— Bueno, está bien, pero llámame Chony, que hay confianza.
Relato para el Taller Literario del catorce de febrero de 2008.
4 comments:
¡Muy divertido!
Me ha gustado mucho el planteamiento y la coña marinera que le metes... :-)
Eso de la coña marinera me ha encantado. De verdad es un piropo. No veas lo difícil que me resulta el humor en mis relatos.
Pues sí que me has sorprendido Valentín. No sé, te hacía yo más serio... jajaja.
¿Te imaginas que esto llegara a ser real algún día? Creo que empezaré por registrar el nombre de Beberly Laxing. Tiene pegada!!... :D
Espero que no llege a la realidad, jeje.
El humor se me da mal, eso creo yo. Pero ser serio... ¡no!
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