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January 11, 2010

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Frank el Lobo y Los Hermanos Quimby, de Marcial Lafuente Estefanía.

Una nueva entrada con reseñas de un par de novelas del maestro de la novela popular, Marcial Lafuente Estefanía. Un buen ejemplo del quehacer del autor y cómo una novela mal rematada puede ser fantástica mientras que otra perfecta en su forma puede resultar insulsa.


Marcial Lafuente Estefanía, FRANK, EL LOBO. Colección Río Pecos número 101. Ilustración de portada de Prieto Muriana.

Un trío formado por James, su hermana Keith y el prometido de esta, Harrison, junto con otro trío de vaqueros leales, lleva seis caballos a un rancho de Sausalito, en California. Hacen fonda en San Francisco, donde un terrateniente malvadísimo quiere hacerse con los caballos. Y el Sheriff está compinchado con ellos, al menos le debe servilismo. Los protagonistas buenos se consiguen zafar de los hombres de Fleder, que así se llama el terrateniente.

Con los caballos otra vez en su poder, llegan a Sausalito, donde descubren que la persona a la que iban destinados los caballos, ha fallecido, quedando su hija (Rosalind) al cargo de las tierras, pero con otro terrateniente malvado queriendo quedarse con el rancho en herencia. El Sheriff de este pueblo, como no podía ser de otra manera, también debe pleitesía a Preston, el otro terrateniente.

Lo mejor es que esta vez, a parte de los típicos duelos de Saloon, los buenos se enfrentarán a los matones a sueldo de los malvados en una feria con pruebas y habilidades tales como el tiro de cuchillo o destreza de látigo y, claro está, con carreras de caballos.

He de decir que esta es la novela de Lafuente Estefanía que más me ha gustado. Ha mantenido el interés hasta casi el final, momento en el que las expectativas se desmoronaron. Lo que me hubiese gustado es que el grupo de matones de Fleder, el primer terrateniente, hubiese hecho acto de presencia en los torneos de habilidad, pero una vez desaparecen al comienzo de la novela, dejan la trama sin dejar rastro, por lo que quedan como un entretenimiento de la historia más que algo que aporte demasiado (dan información al lector que se podría haber obtenido sin tanto rodeo y porque permiten que los protagonistas se acerquen a la bahía de San Francisco, algo supuestamente capital para la historia).

Otro defecto, típico de muchas de estas novelas que debían ser escritas con una premura y velocidad que algunas veces es incompatible con la creatividad (que no con la calidad) es el final tan sumamente brusco y que confunde al lector (al menos a mí). Veréis.

La novela se llama Frank el Lobo. No sale ese nombre en el grupo de buenos y malos que he mencinado, ¿verdad? Y no es un error de titulación. Hay un Frank el Lobo. Se le menciona por primera vez en la página sesenta y seis de una novela de noventa y séis páginas. Y sabéis cuándo aparece el tal Frank en la novela… en la página noventa y cinco. Ahí es cuando nos enteramos que este individuo tiene un barco de pasajeros que en determinados momentos también se utiliza para hacer desaparecer a ciertas personas con el método expeditivo de arrojarlas al mar para que los tiburones las devoren.

Y es también en esa página noventa y cinco donde nos enteramos que James y Harrison son agentes Federales que estaban buscando pruebas contra el marinero (supongo que de ahí toma el nombre de lobo, por lo de lobo de Mar). Si uno lee la novela, salvando esa situación que describo en la que la cuadrilla de malos de la primera parte no es utilizada de nuevo, la novela va fantásticamente bien hasta las dos últimas páginas, donde desconcierta irremediablemente.

Es una pena, porque la acción era trepidante y muy interesante. La leí de una sentada en poco más de media hora, pero me quedé con muy mala sensación del final, cuando me había encantado y enganchado desde el principio. Lástima.

Marcial Lafuente Estefanía, HERMANOS QUIMBY. Colección Río Pecos número 103. Ilustración de portada de Koening.

¿Quimby? Por “deformación profesional” lo primero que me vino a la cabeza fue ¡Fred Quimby! Si te has zampado todos los episodios de Tom y Jerry, habrás visto ese nombre una y otra vez, porque es el productor. Y si has visto muchos episodios de los Simpsons recordarás que el alcalde de Springfield es Joe Quimby. Muchos Quimbys como para no llamarme la atención.

Con esta novela me ocurrió todo lo contrario que con la anterior. Aquí Marcial Lafuente Estefanía emplea correctísimamente los elementos que dispone sobre la mesa pero lo hace con menos gracia que con Frank el lobo. Y termina notándose. Incluso se vuelve melodramático y ñoño en algún momento lo que deja esta novela con menos tono del que debiera tener. Aún así, es un guión estupendo para un Western.

Veamos, la acción comienza cuando Joseph Quimby y Bland Derr salen de la cárcel. El primero lleva veinte años entre rejas por haber asaltado con su hermano y su banda un buen montón de trenes. Era un ejercicio delictivo, pero también en venganza por haber expropiado sus tierras y dejando en la pobreza a sus padres.

En uno de los asaltos, una chica muere. Es justo en el momento en el que les detienen. Su hermano Jim consigue huir y cambia las ropas con otro de sus compinches, por lo que se le da por muerto. Joseph carga con las culpas de todo, pero calla para que su hermano sobreviva. El botín que consiguieron fue muy elevado y se encuentra en manos de Jim.

Eso lo sabe Bland, por lo que chantajea a Joseph, que no tiene más remedio que ir a Virginia City, donde vive Jim, que se ha reformado, cambiado el apellido y es el Sheriff. ¡Por fin la autoridad es de los buenos!

Joseph se las arregla para engañar a Bland y evitar que su hermano sufra por ese villano. Con el peligro evitado (al menos aparentemente) vemos que Jim ha creado una familia y que los padres de ambos hermanos aún viven.

Como toda buena novela del Oeste, necesitamos un malo, un rico terrateniente que va a ser el culpable de la expropiación John Balton. Es un malo que sabe manejarse mejor que otros malos de Lafuente Estefanía porque como no tiene el control del pueblo, debe andarse con pies de plomo. Cosa que no hace su hijo Noel, enamorado de la hija de Jim y que no dudará en hacerse con ella, aunque sea a las malas.

Lo que pasa es que ella está enamorada de otro, un buen chico que  trabaja para la otra familia de terratenientes, pero esta vez son buenos. Como Balton no consigue machacarles y expulsarles, les roba el ganado, aún a riesgo de ser ajusticiado. Pero lo hace tan bien que no dan con él. Además, le deben dinero y si no pagan, John Balton se quedará con sus tierras.

A su vez, los mineros están siendo estafados por el banquero, compinchado con John Balton.

La situación en la ciudad se va complicando poco a poco, pero el Sheriff cuenta con el apoyo de muchos vecinos y ahora de su hermano Joseph.

Alan, el novio de la chica se convierte en el protagonista cuando se enfrenta directamente con los matones de los Balton y descubre la localización de las reses. Pone en su lugar a Noel y todo parece que va bien hasta que vuelve a la escena Bland Derr. Ahí este personaje ejerce de malo malísimo, peor que los Balton y todo se resuelve a tiros, ganando Allan y los Quimby.

La novela se vuelve sentimental con una explicación infinita (para lo que Lafuente Estefanía nos tiene acostumbrados) y la restitución de todos. Además con el dinero del robo del tren, se pagan todas las deudas y los chicos se podrán casar y tener un rancho estupendo. Demasiados algodones para una historia ruda.

2 comments:

David said...

No he leído nada de Marcial Lafuente Estefanía. Y mira que había novelitas suyas en los kioskos.
Pero Fred Quimby! El contable que "ascendieron" en la metro con el cargo de productor en la sección de animación y que no entendía nada, no tenía sentido del humor y al que Tex Avery y Hanna-Barbera tenía que explicarle una y otra vez los chistes. Me ha hecho gracia tu comentario. Nos quedamos con nombres y no sabemos a veces cuál fue su verdadera "función" en aquella "historia". Un saludo.

Valentín VN said...

Piensa, David, que gracias a lo "gris" del hombre en cuestión, los Hanna-Barbera nos regalaron una productora impagable e inolvidable.

Además pasó de contable a alcalde... ¿o fue su versión animadad? jeje.

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