La iglesia de Wínchica
La ciudad de Wínchica es la más próspera del estado Norteamericano de Oklahoma. Fundada en 1813 por el colono Jeremiah Robert Scheneider. Conocida por la producción de motores para vehículos, pero más aún por la viga central de la antigua iglesia construida por el propio Scheneider.
Mi nombre es Robert Arrowsmith y voy a revelarte un secreto que me contó mi padre, a él mi abuelo, y así hasta los orígenes de esta historia.
En 1813, Scheneider se asentó en un pequeño terreno que había comprado al Gobernador del Estado. Construyó una casita con un establo diminuto en el que cuidaba de un paupérrimo ganado de diez ovejas y dos vacas. La tribu que habitaba la zona no dio mayor importancia al colono y le dejaron. El carácter apacible de Jeremiah se granjeó la amistad de los nativos que pronto le trataron como a uno más.
El poblado de mis antepasados, ayudó a Jeremiah con sus tierras y su ganado, correspondiendo el europeo con diversos favores en forma de gestiones ante las autoridades locales. Jeremiah era una persona respetada que dominaba cuestiones fiscales y judiciales.
Muchos otros colonos se afincaron en las tierras aledañas a las de Jeremiah, creciendo mucho la población y empujando a los nativos cada vez más lejos de las mejores tierras. Viendo esto, Jeremiah contrató a todos los varones de mi tribu para cuidar de su creciente ganadería, con lo que pudo comprar aún más terreno que mantenía al ganado alimentado y daba un nuevo hogar a sus amigos indios.
Con el tiempo, los colonos vecinos de Scheneider terminaron trabajando también para él, siendo elegido alcalde de la población. Reordenó terrenos y urbanizó la disposición de las viviendas, nombrando al asentamiento con el nombre que los indios le habían dado: “Wínchica”.
Si bien todo iba progresando en Wínchica, esta misma bonanza atrajo a personas que no estaban dispuestas al mestizaje y la convivencia. Pronto surgieron rencillas entre los colonos blancos y los indios nativos. Las disputas no siempre se saldaban a favor de los colonos, ya que Scheneider ejercía tanto la función de alcalde, como la de juez de paz de la zona. Y Scheneider era justo, algo que le hizo ganarse muchas enemistades.
La noche del 17 al 18 de 1832 sucedió el episodio más triste de la historia de Wínchica. Un grupo de colonos andaba descontento por la falta de esclavos, pero sobre todo por la presencia de nativos. Les lideraba Martin LeBrew, un joven con ideas intransigentes y delirios de grandeza que destacó años después como general del bando confederado.
Después de varios enfrentamientos con las autoridades del pueblo, LeBrew fue arrestado como incitador de los mismos y porque quería ver a Scheneider fuera de Wínchica… vivo o muerto. Sus seguidores planearon una purga de indios como represalia.
Los de LeBrew estaban muy bien organizados y armados al tener lazos de amistad con otras organizaciones esclavistas. Liberaron a LeBrew y atacaron sin cuartel a los indios de Wínchica. Un centenar de los míos fueron masacrados aquella noche, incluyendo mujeres y niños. Sólo un puñado de indios se pudieron hacer fuertes en la hacienda de Scheneider y sobrevivir. Al día siguiente, un destacamento del ejército consiguió pacificar el pueblo, deteniendo a LeBrew y encerrándole en la cárcel de Tulsa.
Pero el daño estaba hecho y los pocos supervivientes vieron como ya no eran bien recibidos por los colonos blancos. La esclavitud se instauró en el Estado. Scheneider, afligido por todo, renunció al cargo y mantuvo al pequeño grupo de indios bajo su protección, salvándoles de un más que seguro exterminio. La fortuna que había logrado sería suficiente para que todos pudiesen sobrevivir.
Años después, antes de estallar la Guerra Civil, en Oklahoma, como estado limítrofe entre los dos bandos y simpatías por los confederados, se prohibieron los privilegios de los nativos, incluso de los que se habían convertido en esclavistas. Los indios de Scheneider volvían a estar en peligro.
Mis antepasados conservaban su tótem sagrado en el establo de Scheneider y temían por su integridad. Jeremiah tuvo una idea. ¿Por qué no construir una iglesia, algo que nadie iba a profanar y en medio de la misma, como viga central guardar en su interior el tótem?
Indios y colonos afines a Scheneider trabajaron sin descanso en torno al tótem y terminaron en pocos días la iglesia.
Acabada la guerra, el país empezó una nueva etapa y todos los acontecimientos previos a la construcción de la iglesia quedaron olvidados. Wínchica siguió creciendo y en el Siglo XX llegaron las primeras fábricas de locomoción.
Y allí sigue la iglesia, dando fortuna a Wínchica gracias a mis ancestros y a la generosidad de Scheneider.
Ahora ya sabes por qué en Wínchica hay una iglesia que tiene una enigmática columna central. Y sabes también qué hay dentro.
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