En un estanque de cristalinas aguas, habitaban dos grupos bien distintos: los renacuajos, con sus colitas de renacuajo y sus branquias, y los peces de colores, con sus escamas brillantes y sus aletas que los impulsaban por el agua.
Entre los renacuajos se encontraba Remo, un pequeño renacuajo con ojos grandes y curiosos. Remo observaba con fascinación a los peces de colores, que nadaban con tanta elegancia y soltura. Los peces, por su parte, se creían los reyes del estanque. Se burlaban de los renacuajos, los llamaban feos y torpes, y se reían de sus torpes intentos de nadar.
Un pez de colores llamado Coral, era el líder de la pandilla. Era el pez más grande y vistoso del estanque, y se jactaba de ser el más inteligente y fuerte. Coral disfrutaba especialmente atormentando a Remo, el renacuajo más pequeño y tímido.
Los días transcurrían sin cambios. Los peces de colores se divertían molestando a los renacuajos, mientras que estos últimos solo podían soñar con un día ser tan hermosos y poderosos como sus acosadores.
Sin embargo, el tiempo trae consigo cambios inesperados. El sol apretaba cada vez más, y el agua del estanque comenzó a escasear. Los peces, que nunca habían enfrentado tal situación, se desesperaban. Sus branquias se resecaban, y sus cuerpos se debilitaban.
Remo, por su parte, notó los cambios pero no se preocupó. Había escuchado a sus padres hablar de la metamorfosis, la transformación que convertiría a los renacuajos en ranas. Remo sabía que ese momento estaba cerca.
Un día, mientras Coral intentaba desesperadamente alcanzar las últimas gotas de agua, Remo sintió un cosquilleo en su cuerpo. Sus patas comenzaron a formarse, y su cola se reabsorbió. Remo ya no era un renacuajo, era una rana pequeña pero fuerte.
Al ver a Remo transformado, Coral sintió una punzada de envidia y miedo. Sabía que él no tenía la capacidad de cambiar, que estaba condenado a morir si el estanque se secaba por completo.
Remo, a pesar de todo lo que había sufrido, sintió compasión por Coral. Sin embargo, era consciente de que no podía hacer nada por él. Los renacuajos, ahora ranas, tenían que buscar un nuevo hogar, un estanque con agua fresca y abundante.
Con un último vistazo a Coral, quien se debatía entre la vida y la muerte, Remo y sus compañeros ranas partieron en busca de un nuevo hogar. Coral, por su parte, quedó solo en el estanque seco, víctima de su propia arrogancia y falta de previsión.
Esta fábula nos enseña que la belleza y la fuerza no son lo único importante en la vida. La humildad, la inteligencia y la capacidad de adaptación son cualidades que nos permiten superar los obstáculos y encontrar un lugar en el mundo, incluso cuando las circunstancias son adversas.
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