La portada promete. Un volcán, el uniforme para el viaje en
el tiempo y ¡un pterodáctilo! Todo eso lo teien este número.
En la isla de Bali (el amanecer del mundo, tal y como lo
traduce Kaximpo), Yoko y Rosée (como veis es un personaje que se va a quedar)
se encuentran con Vic y Pol. Lo más sorprendente es que volvemos a encontrarnos
con Monya, la viajera del tiempo, que se encuentra en posesión de una preciosa
estatuilla del siglo XIV.
La idea de Monya no era mala del todo – recuperar objetos
artísticos e históricamente relevantes que van a ser destrozados por la
erupción de un volcán. Con lo que no contaba la viajera del tiempo es que su
acción iba a tener consecuencias.
Aunque están condenados por el volcán, Monya pide ayuda a
nuestros amigos para deshacer el desaguisado. Hablando de lo que pueden hacer,
Mike, un visionario que está un pelín mal, prende fuego a la cabaña donde se
encuentra la máquina del tiempo, por lo que para rescatarla, Yoko y sus amigos
se meten en ella. Al activarse les lleva al pasado de la isla. Ya no queda más
remedio que interferir.
Entran pronto en contacto con los habitantes de la isla, que
loes temen por el simple despliegue de tecnología (una linterna es capaz de
espantar a un feroz guerrero). Cuando ven a la bailarina (Narki es su nombre) comprueban
que son difíciles de convencer los lugareños. Demasiadas supersticiones y el
miedo real al volcán. El sacrificio consiste en ofrecer a la muchacha para que
se la coman… ¡unos pterodáctilos! Demasiado.
Yoko es buenísima con el Ala Delta a motor y la rescata en
el último momento. La erupción tiene lugar y se llevan a la muchacha. Monya
sabe que el destino de la bailarina es desposar a un príncipe del siglo XV.
Curiosamente, en un templo que se va a construir en el lugar, se ve a la
bailarina como princesa y un dibujo de la nave temporal.
En mi opinión este es el álbum más espectacular de toda la
serie. Yoko está impagable como heroína de acción en esta historia y los
decorados son mejor que los de Star Wars, Star Trek y El Señor de los Anillos
todos juntos. Una maravilla. Aunque la historia no es tan buena, también en mi
opinión (pero es una gozada, uno de los mejores álbumes, porque te tiras todo
el álbum enganchado).
Yoko con su grupo de amigos y Rosée se plantan otra vez en
Vinéa. La parte de este planeta en la que empezamos es la zona cubierta de
hielos perpetuos, donde han encontrado una sonda que tras el primer contacto
vuelve a Kifa. Khany nos explica que es una ciudad espacial que periódicamente,
como un cometa, se acerca y se aleja de Vinéa.
Yoko recibe el mensaje holográfico de Hégora informándola de
que la cápsula-sonda estaba pilotada, aunque no hayan detectado vida. Por esa
razón, Yoko y Khany se plantan en la órbita del planeta, abren la cápsula y
dentro encuentran una robotita que es la envidia de cualquier C3-PO. Un
personaje muy majete y que podría haber sido una muñequita popular si se
hubiera convertido en Menchardising. Y esa fue la idea. Estaban preparando una
serie de dibujos animados y necesitaban algo que comercializar. El efecto
“pitufo”.
La robot está inactiva y saben que los más antiguos
habitantes de Vinéa (al menos los que más tiempo llevan en Vinéa tras el exilio
forzoso a la Tierra) son los vineanos submarinos (¿os acordáis de los
arcángeles?). Allí los robots con mente vineana les conducen a Hégora, que
activa a la pequeña robot. Aprendemos su nombre: Myna. Y lo que es más curioso,
pertenece a un tipo de robots que se dedicaba a enseñar a los niños, como
profesores particulares. Así cualquiera se aprende la tabla de multiplicar.
Nos cuenta que en Kifa se consideran exiliados de Vinéa,
pero peor es que Gobol, el vineano encargado de la ciudad se ha vuelto loco y
les puede costar la vida (bueno, que les desmantelen, que es lo mismo). Así que
Yoko ya tiene misión.
Todos nuestros amigos se plantan en el asteroide. En su
corazón se oculta una magnífica, maravillosa nave espacial. Aún nos queda
camino para llegar a Kifa, pero tenemos a un ordenador poderoso, al estilo de
Vinéa (es decir, una energía con la que se puede hablar) que ayudará (a su
manera, que no suelen ser buenos) a Yoko.
La última etapa es ya Kifa. Lo que sigue es una aventura de
comando, con Yoko y Rosée como únicas protagonistas. La niña es secuestrada por
Gobol y Yoko tiene que enfrentarse con el antiguo maestro de los Vienanos. Los
robotitos están en peligro, como nos dijo Myna y más aún, los propios vineanos.
Si los planes de Gobol salen bien el asteroide se lanzará contra Vinéa y la
destrozará. Incluso con la muerte accidental de Gobol el plan sigue en marcha.
Aunque claro, los buenos son los buenos y consiguen parar la cuenta atrás y
huir con lo puesto.
Una última cosa, Yoko consigue su propia nave espacial. Como
no podía ser de otra manera la llamará Ryu, como el dragón de Rosée. Por
cierto, en esta época, Leloup empezó a escribir la novela en la que contaba la
infancia de Yoko.
4 comments:
Lástima no saber francés. Algún día tendré que ponerme con ello. De Yoko recuerdo con agrado cómo la conocí en la revista Spirou de niño. También aquella historia del piloto perdido en un SuperSpirou y alguna más que leí en album. Pero hace muchísimo que no he leído nada de ella. Sé que te gusta mucho y que ya le has dedicado otras entradas. Me gustó mucho la de Tif y Tondu en N.Y, que ya sé que no tiene nada que ver con esto, pero bueno. Ahora que recuerdo, Quena y el Sacramus era de mis favoritas...pero creo que con los años Yoko se ha mantenido mejor en el recuerdo. Había tantos personajes tan buenos. El mejor y que me sigue pareciendo fantástico. Gastón o Tomás, creo que lo llaman ahora, de Franquin. Cómo me reía con la última página de la revista. Un saludo.
Jooooo.
La de cosas buenas y bonitas que me mencionas.
Justo esos dos álbumes de Yoko (trío del misterio y mensaje para la eternidad) fueron los primeros de todos. ¡Qué buena influencia fue el Spirou Ardilla!
Tif y Tondu y Quena tendrán su propia serie no a más tardar este año. Y Lagaffe, aún cuando sea más difícil.
Jooo, qué de cosas buenas.
Como ya comenté alguna vez, aunque leí los primeros números de Spirou Ardilla, a Yoko Tsuno no llegué a conocerla en esa revista sino bastante más tarde. Recuerdo que me coleccioné las páginas centrales de Quena y el Sacramús y les puse las tapas que regalaron de "La herencia del Inca". ¡A saber dónde está ahora!
"El amanecer del mundo" o "La mañana del mundo" (no sé cómo llaman a Bali en realidad pero me sonaba mejor lo primero) me recuerda a "Tyrannosaurus Sect" de Superlópez, con las viñetas tan grandes (creo que es en este álbum cuando pasa de 4 tiras por página a 3) para que quepan los dinosaurios.
"Los exiliados de Kifa" me gusta aunque esos robots niñera tan monos me resultan un pelín repelentes. :P
Menudo recuerdo, el Heredero del Inca. Schrameushtache será otro invitado de estas series del viernes en Tonnerre de Brest.
No había caído en lo de Superlópez, tendré que mirarlo.
Y lo de las muñequitas repelentes, es algo muy comun en Dupuis. El mismo Sacramus tuvo unos personajillos verdes con los que competir.
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