Hugo Pratt, en sus últimas obras, abordó temas menos aventureros de los que cabía esperar si uno había seguido su carrera. Una de estas últimas obras, el último vuelo de Saint-Exupéry de 1994, nos muestra a un gran narrador que con un mínimo de historia es capaz de realizar una obra delicada y profunda, pero que difícilmente emociona.
Y es que nos cuenta el último vuelo de Saint-Exupéry (Saint-Ex a lo largo de la obra), perseguido por dos cazas alemanes y completamente febril. De alucinación en alucinación, Pratt nos lleva por la vida del escritor en una sucesión de episodios contrastados con la cruda realidad.
De Argentina al Norte de África, pasando por España y Norteamérica. Es un viaje biográfico bien hilado, pero demasiado deslavazado, llegando a crear un discurso completo aún cuando el lector pueda llegar a perderse. No hay una cronología lógica, sólo emocional. Y ahí Pratt desborda de talento.
El Principito, principal reclamo para muchos, es sólo una sombra de Saint-Exupéry. Se lo encuentra en sus nubes alucinógenas, sin ser parte integrante de la obra. Mucho más peso tiene Ciudadela y Correo del Sur. Aparecen en boca de otros muchos personajes que aparecen y desaparecen como fantasmas. Mi opinión es que son más importantes esas novelas que El Principito para entender la vida de Saint-Exupéry. Lo malo es que Pratt no lo explota lo suficiente. Se queda en la mera mención.
Los cazas alemanes se apiadan del avión y de Saint-Exupéry, dejando en manos del misterio la razón de la desaparición del escritor en la isla de Malta. Porque los aviones son un protagonista más de la aventura y los recuerdos. Salen decenas de modelos, casi siempre relacionados con el transporte de correo, pero también con el de personas y de guerra.
Es en la parte de África donde Pratt da rienda suelta a sus manías y costumbres narrativas, posiblemente lo que más me gusta. En un momento dado, Saint-Exupéry da con la Puerta del Paraíso Perdido, puerta que cruza en un par de ocasiones para recorrer más momentos de su memoria.
Vemos a un Saint-Exupéry poco interesado en la vanguardia artística (representada en este caso por el arte Dadaísta), cosa que en mi opinión funciona muy bien para entender a este autor a contracorriente. No siguió a nadie estilísticamente ni estéticamente. Sus novelas (a parte del Principito) parecen llevarnos por la literatura romántica comercial, hasta que en algún momento rompe para llevarnos a un romanticismo puro, sin complejos.
Maravilloso el episodio en la Guerra Civil Española, con una combatiente a la que promete llevar en su avión, pero que muere antes de poder hacerlo. Seguro que voló con él en el último momento.
Una cosa a criticar es que el dibujo, aún soberbio y delicioso, peca de resoluciones rápidas. Así de pronto sólo recuerdo dos viñetas con Saint-Exupéry de medio lado. Siempre sale de perfil y no hay una continuidad en toda la obra. En algún momento se nota la celeridad con la que fue creado el álbum.
En resumidas cuentas, no estoy seguro de que sea uno de mis álbumes favoritos de Pratt, pero entiendo su lugar en su producción y su valía. Me sorprende que Umberto Eco no apreciase a Saint-Exupéry, pero no que sí entendiese que a Pratt le resultase una figura tan interesante. Eco termina viendo la relación entre literatura y viaje, cosa que hermana a los dos autores y que cierra la visión que Pratt comparte con nosotros.
Y es que nos cuenta el último vuelo de Saint-Exupéry (Saint-Ex a lo largo de la obra), perseguido por dos cazas alemanes y completamente febril. De alucinación en alucinación, Pratt nos lleva por la vida del escritor en una sucesión de episodios contrastados con la cruda realidad.
De Argentina al Norte de África, pasando por España y Norteamérica. Es un viaje biográfico bien hilado, pero demasiado deslavazado, llegando a crear un discurso completo aún cuando el lector pueda llegar a perderse. No hay una cronología lógica, sólo emocional. Y ahí Pratt desborda de talento.
El Principito, principal reclamo para muchos, es sólo una sombra de Saint-Exupéry. Se lo encuentra en sus nubes alucinógenas, sin ser parte integrante de la obra. Mucho más peso tiene Ciudadela y Correo del Sur. Aparecen en boca de otros muchos personajes que aparecen y desaparecen como fantasmas. Mi opinión es que son más importantes esas novelas que El Principito para entender la vida de Saint-Exupéry. Lo malo es que Pratt no lo explota lo suficiente. Se queda en la mera mención.
Los cazas alemanes se apiadan del avión y de Saint-Exupéry, dejando en manos del misterio la razón de la desaparición del escritor en la isla de Malta. Porque los aviones son un protagonista más de la aventura y los recuerdos. Salen decenas de modelos, casi siempre relacionados con el transporte de correo, pero también con el de personas y de guerra.
Es en la parte de África donde Pratt da rienda suelta a sus manías y costumbres narrativas, posiblemente lo que más me gusta. En un momento dado, Saint-Exupéry da con la Puerta del Paraíso Perdido, puerta que cruza en un par de ocasiones para recorrer más momentos de su memoria.
Vemos a un Saint-Exupéry poco interesado en la vanguardia artística (representada en este caso por el arte Dadaísta), cosa que en mi opinión funciona muy bien para entender a este autor a contracorriente. No siguió a nadie estilísticamente ni estéticamente. Sus novelas (a parte del Principito) parecen llevarnos por la literatura romántica comercial, hasta que en algún momento rompe para llevarnos a un romanticismo puro, sin complejos.
Maravilloso el episodio en la Guerra Civil Española, con una combatiente a la que promete llevar en su avión, pero que muere antes de poder hacerlo. Seguro que voló con él en el último momento.
Una cosa a criticar es que el dibujo, aún soberbio y delicioso, peca de resoluciones rápidas. Así de pronto sólo recuerdo dos viñetas con Saint-Exupéry de medio lado. Siempre sale de perfil y no hay una continuidad en toda la obra. En algún momento se nota la celeridad con la que fue creado el álbum.
En resumidas cuentas, no estoy seguro de que sea uno de mis álbumes favoritos de Pratt, pero entiendo su lugar en su producción y su valía. Me sorprende que Umberto Eco no apreciase a Saint-Exupéry, pero no que sí entendiese que a Pratt le resultase una figura tan interesante. Eco termina viendo la relación entre literatura y viaje, cosa que hermana a los dos autores y que cierra la visión que Pratt comparte con nosotros.
2 comments:
Como sabrás hace un tiempo se han encontrado los restos del avión que pilotaba Saint-Exupery y se han aclarado algunos misterios de su muerte.
No conozco esta obra de Pratt aunque me reclamo seguidor de Corto Maltés. En sus historias sus tendencias oníricas son evidentes.
Respecto al Principito si es una sombra de su autor, es una sombra muy alargada. Creo que es una obra maestra, cargada de sutiles elementos que se redescubren cada vez que se lee. Nos habla a nosotros de nosotros mismos, con un lenguaje, sencillo, coloquial y lleno de vida. Como se ha hecho siempre, por medio del rico simbolismo que solo se pueden encontrar en las más hermosas fábulas.
Para mí El Principito es el mejor libro de filosofía. Tengo intención de dedicarle bastante tiempo en Tonnerre de Brest.
He oído que habían dado con partes del avión, pero me quedé ahí. Tengo que buscar algo más de lo que ya sepan los que dieron con esos restos.
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