En el corazón de la sabana africana, donde el sol brilla con fuerza y la tierra es de un rojo intenso, vivían una jirafa y un okapi. Ambos eran herbívoros y compartían la pasión por las deliciosas hojas de los árboles. Sin embargo, su forma de cultivarlas era muy diferente.
La jirafa, con su cuello largo y elegante, escogía un solo árbol, el más alto y frondoso de la zona. Con paciencia y esfuerzo, estiraba su lengua prensil hasta alcanzar las ramas más altas, disfrutando de las hojas más frescas y jugosas. El okapi, por otro lado, prefería plantar una gran cantidad de árboles pequeños, creando un pequeño bosque personal. De este modo, podía acceder a las hojas con facilidad y sin tanto esfuerzo.
Un día, mientras el okapi pastaba tranquilamente en su bosque, vio a la jirafa luchando por alcanzar las últimas hojas de su árbol alto. Se acercó con curiosidad y le dijo:
"Jirafa, ¿por qué te esfuerzas tanto por alcanzar esas hojas tan altas? Si plantaras muchos árboles pequeños como yo, tendrías muchísimas hojas a tu alcance y no tendrías que sufrir tanto."
La jirafa reflexionó con calma y le respondió:
"Querido Okapi, es cierto que tu método es más práctico, pero para mí, cultivar un solo árbol alto tiene una recompensa especial. Cada vez que estiro mi cuello y alcanzo una hoja, siento una gran satisfacción. Es como un desafío que me pone a prueba y me hace sentir fuerte. Además, estoy seguro de que mi árbol, al poder crecer alto y frondoso, también se siente más feliz y saludable que los tuyos."
El okapi, aunque no compartía del todo la perspectiva de Jirafa, la respetaba por su forma de pensar. Sin embargo, no pudo evitar sentir cierta arrogancia al pensar que su método era más eficiente.
Pasaron algunos días y, como era de esperar, las hojas de los árboles de Okapi comenzaron a escasear. Las ramas más bajas ya estaban peladas y las más altas, aunque no fuesen muy altos los árboles, se encontraban fuera de su alcance. Preocupado, miró hacia el árbol de Jirafa y vio que, a pesar de su altura, aún conservaba algunas hojas en las ramas más altas.
La jirafa se dió cuenta esta situación y trepó lo que su cuerpo le pudo permitir y recolectó las hojas que se encontraban en las ramas más altas. Luego llamó al okape y, con una sonrisa amable, le dijo:
"Okapi, la amistad verdadera se basa en la confianza y el apoyo mutuo. Quiero compartir mis hojas contigo. He aprendido que, aunque tengamos diferentes métodos y perspectivas, siempre podemos encontrar formas de ayudarnos y enriquecernos mutuamente."
Y así, Jirafa y Okapi disfrutaron juntos de las últimas hojas del árbol alto, mientras conversaban sobre la vida en la Sabana. La jirafa sabía que cultivar la amistad es mejor incluso que cultivar árboles de jugosas hojas.
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