Volvemos a encontrarnos con Ingrid Hallberg, la amiga alemana de Yoko. Este álbum tiene la curiosidad de no presentar ni a Vic ni a Pol más que como figurantes muy secundarios. Creo que esa ausencia de la trama principal es lo que hace estar más centrada la historia en la aventura, pero pierde frescura al estar Yoko omnipresente en todas las escenas. Sobrecarga la información que recibimos. Aún así, es probablemente uno de los mejores álbumes de la serie, con un nivel de detalle y desarrollo de la historia magnífico.
Ingrid está enferma y es el primo de esta el que llama a Yoko para que la visite. Rudy, que así se llama el muchacho, está convencido de que hay algo raro. Tan raro como un vampiro o algo así que está poniendo enferma a Ingrid. El doctor que la atiende parece tener algo que ocultar, según nota Yoko. La razón de todo el jaleo la tiene el tipo de sangre de la muchacha.
Una noche, el susodicho vampiro aparece con forma femenina. Yoko le persigue, pero en el último momento se le escapa. La escena de persecución es una gozada porque Leloup no escatima en detalles, mostrándonos la ciudad alemana de Rothenburg por la noche.
Pronto descubrimos que es el doctor Schultz el que ha construido un laboratorio para salvar la vida de su hija, en estado vegetativo desde hacía décadas (tras un bombardeo aliado en la Segunda Guerra Mundial). La niña, metida en una especie de tanque curativo al estilo de Star Wars, se mantiene como estaba, al tener sólo un hilo de vida (de ahí el título de la frontera de la vida y la muerte).
La misma Yoko tendrá que estar en ese límite para salvar a la niña con su propia sangre. Va a redescubrir, tras estar tan dramáticamente herida – le pegan un tiro que casi la mata – y tras la recuperación total, el placer de vivir. Todo un alegato humanista, vitalista y positivo de Leloup.
El experimento del doctor con la sangre de Ingrid termina por funcionar y vemos que la vampira es ni más ni menos que la madre de la niña, una mujer mayor, pero muy ágil.
La niña, que se llama Magda, se recupera. Hay un paralelismo entre esta niña y la propia ciudad, destruida durante la Segunda Guerra Mundial al ser bombardeada sistemáticamente, y su posterior recuperación, como si hubiese resucitado. Lo que le ocurre a la niña.
Leloup descubrió la historia de esa niña que murió en los bombardeos y su propia hija le preguntaba por la niña alemana. Leloup no sabía muy bien cómo responder y explicar la barbarie de la guerra, así que pensó que mejor sería traerla a la vida en las páginas de su BD. Parece ser que la niña alemana se llamaba Anne-Marie Dietz. La réplica de Magda Schultz se encuentra, eso parece, en la localización donde termina la historia. Hay algunas reproducciones, eso parece también, de este cómic en un museo local. No lo encuentro, pero aquí está la página de Rothenburg para buscarlo. A ver si tenéis más suerte que yo.
Yoko Tsuno, tomo ocho. Los Titanes (Les Titans, 1977). Vinéa cuatro.
Yoko, Vic y Pol se encuentran otra vez en Vinéa. Allí van a dirigir una expedición científica que desvele la posibilidad de encontrar una raza de insectos acorazados y, por tanto, inteligentes. Los vineanos están volviendo a ocupar todo el planeta y necesitan saber si hay algún tipo de amenaza por parte de estos seres.
Así que Yoko, sus dos amigos terrestres y Khâny viajan en un hidroplano (he tenido que buscar hydroglisseur en el diccionario, porque no sabía como se llamaban esos cacharros) a la zona pantanosa donde se supone que viven esos bichos.
Una vez establecen la base (una gozada que se automonta y crea unas tiendas de campaña flotantes que me parecen maravillosas. Este Leloup es un genio tan imaginativo como Jules Vernes) se dedican a explorar la zona. La base se va a hacer puñetas y tienen un primer contacto con una de esas criaturas. Se ve que es un ser de buen corazón que va a infiltrar a Yoko en la ciudad-colmena de estos insectos que, a la postre, resultan gigantescos (de ahí lo de titanes). Yoko se reencuentra allí con sus compañeros.
Allí comprobamos que un malo y dictador lleva a los demás miembros de una especie a portarse muy mal. Repite Leloup con este tipo de malos, aunque esta vez no es un ordenador ni una multitud de cerebros aislados (la historia de Vinéa se repite).
Estos insectos han llegado a Vinéa para colonizarla y apoderarse de ella. Leloup vuelve a su experiencia vital. Igual que su pasión por la apicultura que le llevó a escribir una historia ya comentada en Aventuras Eléctricas, aquí la afición de un tío por la entomología le lleva a conocer bien a los insectos, a los que admira por su estructura social y por su diseño natural (para una persona fascinada por la tecnología y los vehículos modernos, los insectos tienen mucho de fascinante).
En esta historia, la organización de estos insectos se vuelve contra ellos (otra vez esa manipulación del gobernante hacia sus súbditos) hasta llegar a la tiranía y la selección de miembros por afinidad al insecto en el poder.
Pero Yoko cuenta con la ayuda de Xunk, el titan bueno, que no dudará en sacrificar su vida a favor de su especie y para rescatar a su nueva amiga. Yoko consigue después sacar las castañas del fuego a los vineanos y los titanes huyen, no sin antes destruir su base.
Para más información, os invito a visitar la página de Kaximpo y la página oficial.
2 comments:
Estoy de acuerdo: "La frontera de la vida" puede ser uno de los mejores. Y si no, es en el que más claramente se percibe, como dices, el tono humanista, vitalista y positivo de Leloup. Toda vida es preciosa y debe de ser protegida, la de la niña en animación suspendida desde hace años y la de Yoko. Que la japonesa es la protagonista de la serie ya nos quedó claro y "el trío" no siempre está presente y al completo. Como todo lo comparo con Superlópez :P esta historieta me recuerda a la de los Cerditos porque muestra el pueblo con gran detalle.
Lo de los insectos gigantes es un tema habitual en la ciencia-ficción. En este sentido encuentro el paralelismo con Superlópez en "El castillo de arena".
¡No había caído en las comparativas! Lo de los Cerditos de Campodrón es acertadísimo, Kaximpo. Es cierto que se parecen en el nivel de detalle de las localizaciones.
Y lo del castillo de arena tiene mucho que ver, pero aquí con bichos más grandotes.
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