Yoko Tsuno, tomo veintitrés. La pagoda de las brumas (La pagode
des brumes, 2001). Viajes por el tiempo cinco y Lejano Oriente siete.
Este álbum es la continuación del anterior tomo, el Junco
Celeste, pero que desmerece en calidad al anterior. Aún así, algunas de las
viñetas del dragón son maravillosas. Cosas que tiene el dibujo de Leloup, que
hasta lo más disparatado tiene un aspecto realista y nos lo ofrece de tal
manera que sería imposible dudar de su veracidad y de lo plausible que puede
llegar a ser.
Agotada la línea argumental de Vinéa, Leloup parece darle
cada vez más peso a los viajes en el tiempo. Especialmente a China. Como ya
dije en la entrada de la semana pasada, había tanta historia y tantas
posibilidades que se podían seguir, que Leloup debió optar por no
desaprovecharlas. Lástima que no esté a la altura del anterior álbum.
La historia parte de dos caprichos encontrados en un único
objetivo que va a ser volver al Siglo XI, más concretamente al año 1021. Y esos
dos caprichos son variados, pero se enlazan con total sencillez. La pequeña
emperatriz rescatada, Sin-Yi, está pasando mal la transición a su nueva vida en
el presente. Por eso, en sueños, echa de menos a su sirviente, a una músico de
palacio llamada Mei-Li. Grita su nombre y todos piensan que sería mejor traerla
también al presente, para que cuide de la niña.
Pero Yoko tiene curiosidad por otra cosa: la Pagoda de las
brumas, una construcción que, según los cuentos que le habían contado de niña,
Yoko sabe está vigilada por un dragón.
Así que Yoko viaja con sus amigas (esta vez los chicos
fuera), incluidas las niñas para recoger a la músico con la ayuda de la máquina
del tiempo de Monya. Cuando llegan allí, el reencuentro es emotivo, pero pronto
desaparecen las intérpretes. Y es en la pagoda donde parece que las podrán
encontrar. ¿Otra vez sacrificios?
Allí viajan nuestras amigas. La pagoda, un monasterio, es un
edificio imponente edificado sobre un peñasco y que está siendo visitada por
unos representantes del emperador, liderados por el Especialista en Botánica de
la corte. Pero este hombre tiene un plan oculto: capturar al dragón.
Es en este momento donde conocemos a la compañera de la
aventura que va a tener Yoko: Liao. Esta muchaca y Yu, un chico que la
acompaña, están marcados por un desconocido dragón. La chica tiene un aparato
en el pecho que funciona como motor de su corazón. En un momento de debilidad,
Yoko necesita reactivarlo bajo una fuente de energía desconocida.
De ahí a conseguir una “pila” que puede reactivar también al
dragón. Buscando por los alrededores dan con un sorprendente engendro mecánico
de dos cabezas (no, no es el Doublas M2). El enfrentamiento acaba con el
destacamento de miembros de la corte y Yoko consigue que el dragón permita
vivir a Liao gracias a una esfera incandescente que le dará energía de por
vida. Es entonces cuando el dragón desaparece para siempre.
Sin duda el dragón no es de esa época, pero no he conseguido
desentrañar el misterio. He leído el final varias veces esta noche, pero ni
Yoko ni Monya, que parecen saber algo, son capaces de dejar la cosa clara. En
fin, dejémoslo como un elemento fantástico para no estropear la leyenda.
La última aventura (por el momento, porque hay una que
podría publicarse este mismo año) transcurre en el Amazonas. Y Yoko comparte
protagonismo con una niña de catorce años llamada Emilia.
La aventura comienza cuando el trío del misterio se dirige a
un encuentro con un magnate, el señor Krüger que les ofrece sacar de un
submarino hundido un tesoro. A la salida, toda la expedición ha desaparecido.
Aquí comienza la aventura, que estrechará la amistad entre las dos jóvenes y
que les llevará a una lanzadera de cohetes espaciales con astronautas en
hibernación. Realmente todo esto queda eclipsado por la presentación de un
nuevo personaje. No sé si la veremos en otros números.
Una última cosa referente a este álbum. Creo que es fundamental
la visita al dossier http://www.yokotsuno.com/fr/dossiers.html#
de esta aventura para saber más. Y es un sitio verdaderamente bonito y
espectacular. Una visita recomendada.
Yoko Tsuno, tomo no inluido en la colección. La espuma del
alba (L'écume de l'aube, 1991). Lejano Oriente ¿cero?
Opto por una traducción literal no poética del título del
libro (porque se trata de un libro y no de un cómic). Dicho título hace
referencia a la espuma y los desechos que trae el mar con la marea,
especialmente por la mañana. Escoria es muy duro como término, pero creo que se
le ajustaría si no fuese por que hace referencia a una perla transparente como
una pecera, algo que se asemejaría más a una pompa de jabón o a la misma espuma
de las olas rompiendo en la playa.
Pero es también la otra acepción, la de escoria, la que de
una manera amarga tiene mucho que ver con la moraleja final de esta novela. Lo
explico a continuación.
Ya conocimos parte de la información referente a la juventud
y la infancia de Yoko en el tomo nueve, La Hija del Viento. Aquí Leloup
desarrolla en prosa dichas aventuras y nos presenta qué fue lo que motivó a
Yoko acudir a Francia como especialista en electrónica, situación que dio comienzo
a las aventuras del formato BD.
Yoko, que tiene dieciséis años, vive con sus padres en la
isla japonesa del Sueño (una localización figurada). A parte de sus padres,
también conocemos la vida con Aoki, el kamikaze de La Hija del Viento, a Akina,
una muchacha vecina y a su primer amor platónico, Shinji.
Yoko mantiene su aprendizaje de armas tradicionales
japonesas, incluido el arco y de artes marciales con Aoki y la personalidad de
la muchacha va a templarse con su abuelo, capaz de arruinar su familia por un
sueño.
Pero es una fábula con moraleja la que nos ofrece Leloup. El
abuelo de Yoko, Onoué, es un japonés que se casó con una mujer de origen chino
(de ahí que Yoko buscase siempre sus raíces no sólo en Japón sino en el sur de
China). Por una búsqueda de un tesoro, un perla transparente, sus hijos
quedaron siempre al cargo de la madre, por lo que el padre de Yoko, Seiki,
tiene mucho resentimiento.
Yoko quiere comprender la importancia de ese tesoro, por lo
que se hace muy aplicada, abandona a su familia (al estilo de lo que haría su
abuelo) y se dirige a Hong Kong, donde termina por verla y darse cuenta de que
es un simple objeto, muy bello, muy espectacular, pero no más que otras muchas
cosas en el mundo. La muchacha, no decepcionada, porque ha comprendido la lección,
comienza su periplo por Europa. Adivinad en qué país, jeje.
Leyendo esta novela, que se hace un pelín pesada, pero no en
exceso, ya que no pierde el ritmo trepidante del cualquier otro número en
formato viñetas uno se reconcilia con la extraña aparición de la ciudad de Hong
Kong en La Hija del Viento, cosa que casi sobraría. Ahora tiene más sentido.
Y para terminar, un último enlace a una página especialdedicada por la editorial Dupuis a Yoko Tsuno.
Cuando salga el tomo veinticinco, El Siervo de Lucifer, y en
cuanto me haga con él, lo comentaré para completar la serie dedicada a Yoko.
Aunque, bien pensado, puede que aún le quede mucho que decir. Me temo que poco
en Vinéa. En fin.
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